Por Cabe
Una caricatura reciente de Carlín, el gran caricaturista peruano, en
que se vé a partidarios del Apra con una banderola contra la “reelección
conyugal” frente a una cárcel en la que Alan García abre la puerta mientras el
ministro Pastor recibe la coima que permite a avezados delincuentes y
narcotraficantes salir libres mediante el pago de una cuota a 10 mil sólares
por año de condena, expresa mejor que mil palabras la conducta de los políticos
peruanos.
La cortina de humo, levantada
por el APRA y Alan García, para ocultar el escándalo de los narcoindultos que
debiera llevarlos a la corte y al banquillo de los acusados, se ve que está
dando resultados.
La famosa frase de “reelección
conyugal” que los medios chicha, comenzando por El Comercio y terminando por el
Bocn, y todos los de su género, que alguna vez recibieron montañas de dinero de
Montesinos, repiten hasta la saciedad, ha levantado tanto humo alcanzado una
elevada altura que es imposible ver que detrás de éste se esconde la corrupción
aprista.
Pero ese humo ahora se refuerza
con una denuncia que a tosdas luces parece que envuelve al “cholo sano y
sagrado”, a quien al parecer, también la plata le ha estado llegando sola.
En lo que toca a Humala, quien
hasta hoy no justifica de dónde salió el dinero para la casona y los 4x4 que
posee.
Podríamos rebuscar hasta el
infinito la causa de las riquezas de los políticos y de los empresarios en
general y la causa será siempre la misma que
haría al poeta Bertold Brecht decir que “detrás de una gran fortuna, hay
un gran crímen”.
Así, el ciclo de acumulación de
riquezas se reproduce, porque está en la naturaleza misma no de los seres
humanos sino del sistema capitalista que hoy gobierna el mundo.
Este es el sistema que se
reproduce incesantemente y que tiene en la mendacidad y la hipocrecía sus
aliados más importantes.
¿No es acaso hipocrecía,
cacarear incansablemente en el Perú, como lo hacen los medios, contra la
reelección, sea “conyugal” o no, cuando vemos que por decir lo menos, desde
hace 23 años tenemos gobernando al mismo personaje que violentando todas las
leyes impuso una Constitución que sólo ha servido para aumentar las
desigualdades en el país.
Fujimori, quien se hizo
reelegir dos veces consecutivas, organizó un Estado cuyo objeto ya no es velar
por el bienestar de los ciudadanos sino de las empresas que saquean al Perú de
manera constante e incansable.
Humala no es la excepción. Por
el contrario, por mucho que haya juramentado por la Constitución del 79, su
mandato no sale ni un ápice del modelo corrupto y mafioso implantado por el
fujimontesinismo y que ha serviso para que los sucesivos gobiernos y sus
gobernantes hayan visto como la plata les llega sola, pero saliendo de los
bolsillos del pueblo peruano.
Por eso, no debe sorprendernos
el caso escandaloso que enloda a Toledo, como tampoco los narcoindultos de Alan
García, o la sospechosa fortuna que ostenta desde candidato el actual
mandatario Ollanta Humala que, quien sabe, debe estar por ahí haciendo de las
suyas, aunque sacándolas de las nuestras.
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