Por : César
Hildebrandt
Nos equivocamos: Nadine
Heredia no perdió sino que ganó.
Impuso, al final, a Ana
María Solórzano, su camarera congresal. Y, días más tarde, aupó a la
presidencia del Consejo de Ministros a otra fámula: Ana Jara.
Nadine ha ganado esta
batalla.
Valdría la pena, sin
embargo, analizar de qué tamaño es la devastación institucional causada por
este personalísimo éxito.
En primer lugar, el Partido
Nacionalista ha dejado plenamente de existir. Su Comité Ejecutivo Nacional
está pintado en la pared.
Su democracia interna es una burla. La voz de sus
representantes en el Legislativo no existe. Su "presidencia", según
declaraciones de Húmala a la televisión alemana, fue una impostura: una
delegación de poderes entre cónyuges, un traspaso de alcoba. Y ahora hay un
cisma consumado de seis congresistas que han formado tienda separada y un
descontento general entre sus filas. Húmala cree que puede, empujado por su
políticamente insaciable mujer, tratar a su partido como a la unidad que
comandaba redia triunfa. Minuciosamente ignorante, Húmala ha hablado, para
justificar la vocación mandante de su mujer, del "centralismo democrático"
que impera en el partido que lo llevó al poder. Este hombre no sabe que esa
frase proviene del bolchevismo original, del leninismo que sembró el germen de la
dictadura y de la farsa siniestra de Stalin y de las llamadas "democracias
populares" irradiadas desde Moscú hacia la Europa oriental de la segunda
posguerra mundial. Don Isaac Húmala: qué fracaso el suyo como padre educador,
qué tristeza debe usted padecer.
En este recuento de daños, después está la institución
del Congreso. Aunque el oficialismo conserve la presidencia congresal, el
estropicio está hecho. Los veintidós parlamentarios "humalistas" que
suscribieron aquella carta pidiendo que fuera Marisol Espinoza su candidata, y
que han sido maltratados bajunamente por Húmala en nombre de su esposa, son el
símbolo de una relación que, en el último tramo de este
régimen, se hará todavía más tensa. Poner a una sirvienta de la señora Nadine
como candidata y eventual presidenta del Congreso es toda una señal de
desprecio hacia lo que Haya de la Torre llamó alguna vez, y con bastante razón,
"el primer poder del Estado".
Pero el asunto no es personal. Nadine Heredia necesita
una camarera como la Solórzano porque se vienen nuevas leyes antilaborales y
proempresariales que requieren de una silente disciplina de bancada. Ese
borreguismo no lo garantizaba Espinoza. Detrás de Nadine está Castilla. Y tras
Castilla están los grandes
intereses, los que pudrieron a este régimen, los que hicieron de Húmala el
pobre diablo que es.
Ana Jara es la jefa de las portátiles deliveriy de la
señora Nadine. Su jefe no es Húmala. Su obediencia es a Nadine, a quien respaldó
con ardor hasta en la farsa repugnante de aquellos niños
"rescatados" de Sendero (operativo melodramático que ocultaba el
asesinato de una niña perpetrado por el ejercito en Ranrapata,),con los que
hizo un show que esta revista denunció documentadamente.Ana Jara entiende de la
política como el arte d de la fi delidad a su ama, como el talento para durar,
como la vieja profesión de la adhesión garrapatil. Y ahora ha sustituido a un
tecnócrata devorado por sus oscuridades. La PCM también ha sido burlada en este
proceso de liquidación institucional del país. Convertida en sucursal de
Nadine Heredia, la PCM será, más que nunca, la mesa de partes de la CONFIEP y
del casti- llismo rentado. ¿Qué puede sentir un ministro "técnico"
ante una notaría que ni siquiera
cumple órdenes del jefe de Estado y que ha sido alabada, sintomáticamente, por
la fujimorista Cuculiza? El gabinete se ha politizado,,pero a la mala.
Tambien la presidencia de
la república está mellada en esencia.
Tecnicamente hablando, lo
que ha habido en estos últimos, en fases sucesivas y cada vez más agudas, ha
sido un golpe de Estado conyugal. No le ha bastado a Húmala traicionar al
partido que lo elevó a la presidencia, al programa que sedujo a tantos, a la
llamada "hoja de ruta" que siguió entusiasmando a muchos, a las
poblaciones pobres que confiaron en él. Ahora traiciona su propio cargo y se lo
entrega, de facto, a una señora caprichosa que intenta hacer del Perú un
experimento matriarcal y voluntarista. La ilegitimidad de este régimen es un
cruce del ridículo con la infamia. La señora Nadine debe haber leído una
biografía falaz de Evita Perón. Debe creerse la mujer del líder argentino.
Quizá no sepa que su parentesco es con Isabelita Martínez, la esposa de aquel
Perón crepuscular que ya no tenía ganas de gobernar.
En efecto, Nadine ha ganado. Y nosotros nos equivocamos.
Teníamos la esperanza de que el país supiera de un cambio de rumbo.En esta
perspectiva, ¿qué podemos esperar del discurso del 28 de julio? Pues nada.En
todo caso, una sarta de mentiras, un recuento de logros fantasiosos, una
retahila de promesas. Un presidente que no gobierna dirá ante el Congreso que
despreciaqué es lo que se propone incumplir por enésima vez. La derecha
aplaudirá y su prensa hablará de "valores patrios", de los tanques
del desfile militar y de José de San Martín, a quien volverían a dar la espalda
si ese fuera el caso.
Húmala, el hombre que amenazaba el inmovilismo nacional
-el único plan de gobierno del país desde hace dos siglos- es hoy este mandatario
en harapos que balbuce.
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