Por Manuel
Cunza-Marin
Lo
dije en dos ocasiones, lo que es un cónsul; lo que dijo el ex presidente Toledo
y hoy lo ratifica con brillantez un compatriota. El Sr. Cónsul es nuestro servidor, quien nos
debe respeto, para recibir nuestra reciprocidad. El Cónsul no es ni mas ni menos que nadie,
salvo por el sueldo que gana, 11 mil
dólares mensuales, y haber aprendido a ser cónsul, el que se encuentra
en proceso de formación de diplomático.
La comunidad peruana residente en al área de influencia del consulado
aporta en todas las formas la remuneración de un señor a quien llamamos cónsul,
a quien respetamos en la medida que somos respetados.
El
cónsul, no es nadie para humillarnos; dividirnos, ni mucho menos discriminarnos
a los que vivimos en el área de influencia; no somos súbditos de ningún
servidor nuestro que lo hace por mandato político del gobierno de turno. Alguien, alguna vez me decía: “Ya es tiempo de dejar de ser sumisos y
serviles, ya es hora que aprendamos a ser irreverentes, con aquellos que usan
un cargo, por encargo, para que nos sirva, a cambio de otorgarle una remuneración.”
No
es la labor del cónsul hacer labor política, mucho menos partidista; no es tampoco
su labor de protección a determinados disociadores que influyen negativamente
en la labor que el estado le asigna. No
es la autoridad ni la ligereza lo que determina su presencia. No es por ejemplo el cobro arbitrario de 25 dólares,
para entregar un formulario de declaración jurada de no tener antecedentes,
para ejercer el derecho al voto, para nominar el Consejo de Consulta. Porque eso no lo dicta la ley 29495 que crea
este organismo de nuestra comunidad.