sábado, 12 de enero de 2013
Robar no es un delito
Por César Hildebrandt
Jamás he dudado de que ese ferreñafano acomplejado, angurriento y ambicioso que se llama Luis Castañeda Lossio detesta Lima con toda su alma de mercader sin Venecia.
Todas sus decisiones tienen como objetivo hacer de Lima el sueño de un huachafo, la modernidad entendida por un alarife lector de prensa chicha.
Y las multitudes lo aplauden porque con él está garantizado de que lo que queda de Lima será destruido. Y lo que se levante en su lugar tendrá el aspecto puto rabioso de la avenida La Marina. O sea que será la postal que Castañeda Lossio le mandaría orgulloso a sus paisanos invasores de Pómac.
Ayer debe de haber sido un día de gloria para Castañeda Lossio y su Combo (demoledor). Porque ayer, el Congreso –ese colgajo que le quedó a la democracia cuando la ignorancia tomó el poder- ha aprobado una ley que consagra la invasión como forma de propiedad y convierte a los ladrones de tierras y terrenos en propietarios titulados y a los dueños privados de esas hectáreas invAdidas en “expropiados con justiprecio”, o sea en estafados crónicos.
Arguedas y la mesa redonda del IEP
Por Antonio Zapata
Poco después de publicar su famosa novela Todas las sangres, José María Arguedas participó de una mesa redonda en el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), para discutir con un destacado grupo de críticos y científicos sociales. Con la excepción del lingüista Alberto Escobar, los demás participantes criticaron frontalmente la obra. El argumento más empleado fue que no reflejaba el presente ni el futuro del país, sino que constituía un trozo de su pasado.
Por ejemplo, el destacado antropólogo Henri Favre sostuvo que la novela estaba construida sobre temas de etnia y casta, cuando en la realidad peruana de esos días primaban los problemas de clase. Donde Arguedas veía indígenas, él observaba campesinos. Uno a uno los intelectuales lo fueron arrinconando y Arguedas se defendió como pudo.
Ante la silenciosa presidencia de Luis E. Valcárcel, Arguedas sostuvo que el Perú era muy diverso, que había regiones más desarrolladas que otras, pero que el gamonalismo a la antigua no había desaparecido ni de Cusco ni de Apurímac y que ahí estaba situada su novela. Pero se fue callando, hasta que Aníbal Quijano resumió las críticas y con su habitual consistencia demolió la visión de la sociedad peruana planteada por la novela. Antes de silenciarse, Arguedas en un momento exclamó: “¡Entonces he vivido en vano!”, expresando que si no entendía al Perú y su obra no era una contribución, sino lo contrario, se sentía sobrante en este mundo.
Cuando Perú humilló a Hitler
FUENTE : El Clarin
Eduardo Galeano -escritor uruguayo, mago de las palabras- se asombró al enterarse de aquella historia. Eran días en los que estaba escribiendo su estupendo libro "Espejos, una historia casi universal". No lo dudó: ese episodio debía ser incluido allí, entre esos textos en los que hablan los que no tienen voz, en los que los callados gritan su verdad mentida por la versión oficial.
Lo retrató así en una entrevista concedida en Uruguay, mientras La Celeste conmovía en el Mundial de Sudáfrica y en su casa de Montevideo un cartelito colgado en la puerta decía "cerrado por fútbol": “Hitler estaba frente al palco, en el sitial de privilegio del estadio en el partido entre Perú y Austria. Perú ganó 4-2 a pesar de que el árbitro, para quitarle disgustos al Führer, anuló tres goles peruanos. Los dirigentes de la época, la FIFA y el Comité Olímpico, se reunieron esa misma noche y anularon el partido. La delegación peruana, ejemplo de dignidad, se retiró de la competencia”. Entonces, también recordó que a aquel equipo sin olvido le decían "El Rodillo Negro", por su condición arrolladora y por el color de la piel de varios de sus integrantes.
El recuerdo de aquel partido en la voz y en las palabras del escritor uruguayo generó un entusiasmo enorme en Perú. Y también cierta polémica. Sucede que en el año 2000, una investigación llevada a cabo por el periodista Luis Carlos Arias Schreiber para la revista Don Balón Perú, señala que el partido fue anulado por la invasión de aficionados peruanos al campo de juego, que estos agredieron a jugadores austríacos y que, para colmo, los dirigentes peruanos llegaron tarde a la reunión a la cual fueron citados para ofrecer su descargo. En definitiva, lo mismo que la FIFA y el Comité Olímpico habían señalado en su momento, allá por 1936, cuando Hitler soñaba un imperio ario y esas dos entidades le dieron la posibilidad de organizar los Juegos Olímpicos. También en 2008, con la misma versión, se publicó el libro "Ese gol existe", editado por Aldo Panfichi y con el sello del Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
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