Amy Goodman y
Denis Moynihan
“Buenas noches a todos. Estamos en vivo
en el hotel Wynn Resort de Las Vegas para el debate presidencial demócrata
de CNN y Facebook. ¡Bienvenidos!”. Con estas palabras se dio inicio
al primer debate de pre-candidatos demócratas a la presidencia de cara a las
elecciones generales de 2016. Sí, la sede del evento fue un casino hotel de Las
Vegas.
Cinco candidatos demócratas tuvieron un
lugar reservado en el escenario: la exsecretaria de Estado Hillary Clinton, el
senador de Vermont Bernie Sanders, el exgobernador de Maryland Martin O’Malley,
el exsenador de Virginia Jim Webb y el exgobernador de Rhode Island Lincoln
Chafee. CNN, la cadena que emitió el debate, tenía preparado un sexto
podio con la esperanza de que el vicepresidente Joe Biden entrara al
cuadrilátero a tiempo para aumentar sus índices de audiencia. Pero Biden
declinó la invitación.
El candidato demócrata Larry Lessig
estaba dispuesto a utilizar el sexto podio, pero se le prohibió participar.
Lessig es docente de la Universidad de Harvard y un reconocido intelectual que
se postula a la presidencia por el Partido Demócrata con una plataforma que
incluye un único punto: eliminar el dinero de la política. Según su campaña,
Lessig recaudó un millón de dólares en 28 días gracias al aporte de unas 10.000
personas, obtuvo el apoyo de votantes de todo el espectro político, alcanzó el
1% en la primera encuesta nacional desarrollada por su campaña y habló en la
Convención del Partido Demócrata en New Hampshire junto a otros candidatos. Aún
así, el Comité Nacional Demócrata ha ignorado sistemáticamente su candidatura.
El exgobernador Chafee, por el contrario, recaudó poco menos de 28.000 dólares
en el primer semestre de 2015.
Bernie Sanders se ha convertido en el
candidato sorpresa de este año al atraer a una cantidad sin precedentes de
público a sus actos de campaña, recaudar millones de dólares en pequeñas
donaciones y subir de manera sostenida en las encuestas en comparación con
Hillary Clinton. Se describe a sí mismo como socialista, hecho en el que centró
su atención desde el principio el moderador del debate de CNN, Anderson
Cooper: “Senador Sanders, una encuesta de Gallup muestra que la mitad de la
población no pondría a un socialista en la Casa Blanca. Usted se describe como
un demócrata de orientación socialista. ¿Cómo podría ganar una elección general
en Estados Unidos un socialista, del tipo que fuera?”.
“Vamos a ganar, primero porque vamos a
explicar qué significa esta visión demócrata-socialista. Y esta visión
demócrata de orientación socialista se trata de decir que es inmoral e
incorrecto que el 1% más rico de la población de este país posea casi el mismo
patrimonio que el restante 90% junto, que está mal que hoy en día, con un sistema
económico fraudulento, el 57% de todo nuevo ingreso vaya a parar al 1% más
rico”.
Cooper insistió: “Entonces, ¿usted no
se considera capitalista?”.
A lo que Sanders respondió: “¿Si me
considero parte del casino capitalista que hace que tan pocos tengan tanto y
tantos tengan tan poco, el que permite que la codicia y la irresponsabilidad de
Wall Street arruinen la economía de este país? No. Creo en una sociedad en la
que a toda la gente le va bien, no solo a un puñado de multimillonarios”.
Por supuesto que los demócratas no
tienen el monopolio de la política de casino. Unos días antes del debate
demócrata, el candidato republicano Marco Rubio hizo un peregrinaje a otro
casino, el The Venetian Casino-Hotel de Las Vegas, para reunirse con su dueño,
el magnate del juego Sheldon Adelson. Los candidatos republicanos hacen fila
para “besarle el anillo» a este multimillonario que según Forbes es la
decimoctava persona más rica del mundo. Con la generosidad de su dinero puede
lanzar o hacer caer una candidatura y los candidatos acuden a su casino en una
competencia que fue apodada como «las primarias de Adelson”. Se dice que Rubio
lleva la delantera en la carrera por ganarse el apoyo de este magnate de la
industria del juego. En el ciclo electoral de 2012, Sheldon Adelson gastó cien
millones de dólares en apoyo a la causa republicana.
Y no nos olvidemos del favorito de los
republicanos, el multimillonario Donald Trump. Él también es un magnate de los
casinos por sus propios méritos y tiene una escabrosa trayectoria en el rubro.
Ha sido dueño y ha dirigido numerosos casinos, desde establecimientos en
Atlantic City y Las Vegas, hasta un barco-casino en el Río Mississippi, la
mayoría de los cuales terminaron en la quiebra a lo largo de los años.
Muchas personas sospechan que las
máquinas tragamonedas y otras opciones para realizar apuestas en Las Vegas son
manipuladas. La misma crítica se ha hecho a los debates presidenciales. Los dos
principales partidos conformaron una compañía privada en el año 1987, la
Comisión de Debates Presidenciales, para quitarle el control de los debates a
la organización independiente Liga de Mujeres Votantes. Dadas las reglas que
establece esta compañía, los demás partidos prácticamente no tienen oportunidad
de participar de los debates realizados en el marco de las elecciones
generales. La Comisión de Debates Presidenciales está dirigida por un demócrata
y un republicano: Mike McCurry, exsecretario de Prensa de la Casa Blanca
durante la presidencia de Bill Clinton, y el expresidente del Comité Nacional
Republicano Frank J. Fahrenkopf.
Hasta el año 2013, Fahrenkopf dirigió
además la Asociación Estadounidense de Juegos de Azar (AGA, por sus siglas en
inglés). Sí, dirigió el grupo de presión de la industria del juego.
La AGA lanzó recientemente una iniciativa, llamada “¡Voto a favor de
los juegos de azar!”, en apoyo a los candidatos partidarios de los juegos de
azar en estados clave en los que la contienda está muy disputada, entre ellos,
como habrán imaginado, Nevada. Según parece, a la AGA no le gusta
correr riesgos, por lo que divide sus donaciones casi por partes iguales entre
demócratas y republicanos.
El mundo arde en llamas. El clima está
cambiando y se cierne sobre el planeta la amenaza de daños catastróficos e
irreversibles. Mientras estallan guerras que obligan a millones de personas a
huir desesperadamente, en Estados Unidos, la desigualdad alcanza su punto más
alto en la historia. Hay mucho en juego en las elecciones presidenciales
estadounidenses y su resultado no tendría que estar determinado solamente por
aquellos que hacen las grandes apuestas. Nuestra democracia y el planeta
merecen mucho más que eso.
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