Por Carlos Bernales - Cabe
Según
los titulares de los medios, atrapados o no por el grupo El Comercio, ya arrancó
la carrera electoral en el Perú.
Bueno,
es un decir. Sobre todo en un país donde el continuismo fujimontesinista ha marcado
a sangre y fuego 25 años de existencia y en los que las elecciones no
significan otra cosa que una tomadura de pelo, por no decir un atropello persistente.
Recordemos
que en el 2000, el candidato Toledo soltó una frase para la historia, entre sus
muchas burradas, “construiré el segundo piso del fujimorismo”, dijo. Y así ha
sido. Solo que Toledo no ha sido el único albañil en la construcción de ese
edificio. Lo siguió Alan García, y luego Humala. Unos cachueleros chambones a
juzgar por el mamarracho de economía y sociedad que han edificado.
Y si de
política se trata, el sistema de partidos del que solo la Confiep puede
sentirse orgullosa, porque está hecho a su imagen y semejanza, ha sido bien definido
por el propio Humala como “una cloaca”. Un asco. Un antro de corrupción y
crimen organizado. Bien se puede decir que la burguesía peruana se acerca al
excusado y de allí escoge a sus políticos.
Sin
embargo, allí están las elecciones. La mecida se pone nuevamente en acción. Los
candidatos lucen sus mejores sonrisas, se tomarán muchas fotos con niños, y
ofrecerán y ofrecerán lo que nunca cumplirán.
A este
juego, donde todo está arreglado bajo la mesa, de pronto, con el cuello
picoteado, reingresa la vieja izquierda socialdemócrata, (estalinista,
socialcristiana, etc.) dividida y peleando su lugar al centro de la foto, a
buscar un asientito en la ruleta electoral.
Únete,
un agrupamiento de viejos oportunistas que tan solo quieren ganarse alguito
para sus bolsillos, ya hizo el ridículo mostrándose con Mr. Baguazo, Yehude
Simon, contratado como vientre de alquiler para sus apetencias. Pero al final
éste se fue con la bola y los dejó sin juego, aunque al parecer ya
alquilaron una nueva opción con los Fonavistas. Acá “no pasa nada”, como diría el recordado y
recientemente fallecido, Humberto Martínez Morosini.
Por
otra parte, una convergencia de organizaciones en las que destaca Tierra y
Libertad, de Marco Arana, y otras en las que predominan muchos jóvenes, un
sector de los cuales dieron fiera lucha contra la “Ley Pulpín”, hoy se agrupan en
Sembrar”, una nueva organización que ha logrado, luego de unas elecciones
primarias, elegir a la congresista Verónika Mendoza como candidata a la
presidencia.
Es
Verónika Mendoza una figura fresca e interesante, que aun merece el beneficio
de la duda. Por su juventud y por los jóvenes que la acompañan. Por encima de
las críticas que despierta en quienes sienten que su capilla se desmorona y que
sus feligreses adquieren una nueva fe, las campanas ya repican por su ingreso a
la pelea electoral, donde pone el ritmo Tierra y Libertad, la organización del
ex cura Marco Arana, mejor posicionada en los movimientos sociales por una larga
lucha pro ambientalista, pro agricultura y en contra de la depredación que
causa la explotación minera. Una lucha que no cesa, que se sostiene día a día y
avanza al margen de la mecida electoral.
También
están quienes se afirman en que “todos son iguales” y por ello no encuentran
otra alternativa que agitar el “Voto Nulo”. Ciertamente, en una sociedad ganada
por el escepticismo, esta opción inundada de pragmatismo, que dicho sea de
paso, es la filosofía del capitalismo neoliberal, como no podía ser de otra
manera, apuesta a la nada. No alternativas, No propuestas.
Es que
esta tendencia, al Voto Nulo, no puede existir sin negarse a si misma.
Puede
tener un éxito momentáneo entre quienes rechazan un sistema basado en la
corrupción y la mendicidad implantadas por el narco Estado neoliberal que nos
gobierna… que gobierna el mundo.
Hace
años, alguien en el Perú señaló que un presidente honrado ya sería una
revolución. Lo que tenemos como escalón para subir, en este momento, es la
candidatura de Verónika Mendoza, que aunque no se lo proponga, abre el debate
sobre cual es la alternativa para la solución de los problemas fundamentales
del Perú y el mundo entero.
Quienes
creemos en el socialismo no podemos apartarnos del debate como el avestruz. Hay
que enfrentarlo allí donde se da. De lo contrario, un aplastante triunfo, ya
sea del fujimontesinismo o el aprismo, en condiciones de crisis del capital,
daría la pauta para un Estado exacerbado, listo para bañar en sangre la
movilización popular.
En ese
escenario, las tendencias violentistas, tipo sendero luminoso, podrían
encontrar nuevamente la excusa para un nuevo e inútil derramamiento de sangre.
Eso se debe evitar a toda costa.
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