domingo, 31 de marzo de 2013

Levántate y Camina







Por

Rosa María Contreras



Naturaleza del Ser



¿Ha observado alguna vez -mientras camina- el ritmo de sus pasos, y  el latir de su existencia que culmina en las plantas de sus pies? Al hacerlo, verá que en usted hay una curiosa armonía en movimiento solicitando correspondencia. 

El privilegio de sentir.- El hombre (varón o mujer) es la única criatura en condición de percibir, y describir el modo en que está constituido: un conjunto de sistemas que se necesitan y complementan en tan preciada obra: cada uno de nosotros. Es el único en capacidad decisiva para valorarse y superar dificultades, al punto de transformar sus experiencias negativas en actitudes positivas.  
 
El don de SER.- Desde que fue proyectado, el hombre ES. La facultad de SER es su naturaleza.    Naturaleza extensible también, a la persona con discapacidad. ¿Quién es?  En la Nueva Ley de la Persona con Discapacidad (N 29973), aprobada y emitida en diciembre pasado por el Congreso de la República Peruana, se define a ésta, como: “Aquélla que tiene una o más deficiencias evidenciadas con la pérdida significativa de una o alguna de sus funciones físicas, mentales o sensoriales que impliquen la disminución o ausencia de la capacidad para realizar una actividad dentro de formas o márgenes considerados normales, limitándola en el pleno desempeño de un rol, función o ejercicio de actividades y oportunidades para participar equitativamente dentro de la sociedad”. El hecho de ser un humano, faculta a la persona el derecho de ser respetado, sea cual fuera la situación física, sensorial, intelectual o espiritual en que esté, ya que ambos (éstos y aquéllos) son agua que emergen de la misma fuente.
La facultad de hacer.- Imaginar el planeta sin la participación activa del hombre, es imposible.  La dinámica en que se desenvuelve revela que la soledad, el mutismo, y la  desesperanza, están lejos de su origen ancestral. Y es que, el hombre está hecho para laborar en comunidad y para hacerse a sí mismo, aplicando fórmulas que lo inducen  a llegar a sus metas. Hacer, surca el camino, deja huellas, construye pueblos, complementa a la persona, y la realiza. Sólo así se redescubren las capacidades, deficiencias y destrezas personales e institucionales que permiten o limitan desarrollarse individual o colectivamente.  
La gracia de saber.- Con el fin de orientar a sus integrantes, la familia consanguínea ha de reformarse amoldándose a los cambios, y sin disolver su esencia. La sociedad hará lo propio velando por la salud mental de sus ciudadanos, haciendo cumplir y cumpliendo las leyes que establecen el orden y seguridad para los ciudadanos con, y sin discapacidad.
La necesidad de triunfar.- Desde que la persona concientiza que, segundos antes de ser concebido fue el primer espermatozoide que llegó al óvulo materno, el deseo de llegar a una meta se transforma en necesidad inherente de realización humana y personal. Así, el deseo de adquirir bienes materiales e inmateriales se convierte en sinónimo de tenacidad, entrega, y a veces sacrificio. ¿Cómo negarse al éxito profesional, si por las venas corren células en permanente actividad? ¿Cómo negarse al triunfo espiritual si el ser clama por satisfacer el alma? Ambas necesidades reales (material e inmaterial) revelan la naturaleza humana y divina del hombre. Quién para triunfar aun el estresante ruido de este tiempo, se esfuerza y persevera hasta lograr pasar de la desesperación a la calma, del defecto a la virtud, y del pasmo a la actividad, valores que en toda etapa de la vida, lo encaminan hacia la dignidad prometida.
La alternativa de responder.- ¿Se detuvo ya a percibir el latir de su corazón y el ritmo de sus pasos por la vida? ¿Se ha percatado que es vital direccionarlos o reafirmarlos? ¿Notó ya el lugar en que se encuentra, y su capacidad para sentir, ser, hacer, triunfar, responder? De hacerlo, se encontrará consigo mismo, y verá cierta armonía en acción solicitando correspondencia, que le interpela a escuchar las necesidades de su alma destinada a realizarse mediante el servicio a sus semejantes… más no queda. Y es que, todos nos complementamos en nuestra unicidad corpórea, y poseemos la capacidad para ayudarnos a crecer y manifestar de Dios, ¡ésta, su bendita obra!  

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