Por
Rosa
María Contreras
Naturaleza del Ser
¿Ha
observado alguna vez -mientras camina- el ritmo de sus pasos, y el latir de su existencia que culmina en las
plantas de sus pies? Al hacerlo, verá que en usted hay una curiosa armonía en
movimiento solicitando correspondencia.
El privilegio de sentir.- El hombre (varón o mujer) es la única criatura
en condición de percibir, y describir el modo en que está constituido: un
conjunto de sistemas que se necesitan y complementan en tan preciada obra: cada
uno de nosotros. Es el único en capacidad decisiva para valorarse
y superar dificultades, al punto de transformar sus experiencias negativas en actitudes
positivas.
El don de SER.- Desde que fue proyectado, el hombre ES. La
facultad de SER es su naturaleza. Naturaleza extensible también, a la persona
con discapacidad. ¿Quién es? En la Nueva
Ley de la Persona con Discapacidad (N 29973), aprobada y emitida en diciembre
pasado por el Congreso de la República Peruana, se define a ésta, como: “Aquélla que tiene una o más deficiencias
evidenciadas con la pérdida significativa de una o alguna de sus funciones
físicas, mentales o sensoriales que impliquen la disminución o ausencia de la
capacidad para realizar una actividad dentro de formas o márgenes considerados
normales, limitándola en el pleno desempeño de un rol, función o ejercicio de actividades
y oportunidades para participar equitativamente dentro de la sociedad”. El
hecho de ser un humano, faculta a la persona el derecho de ser respetado, sea
cual fuera la situación física, sensorial, intelectual o espiritual en que esté,
ya que ambos (éstos y aquéllos) son agua que emergen de la misma fuente.
La facultad de hacer.- Imaginar el planeta sin la participación activa
del hombre, es imposible. La dinámica en
que se desenvuelve revela que la soledad, el mutismo, y la desesperanza, están lejos de su origen
ancestral. Y es que, el hombre está hecho para laborar en comunidad y para hacerse
a sí mismo, aplicando fórmulas que lo inducen
a llegar a sus metas. Hacer, surca el camino, deja huellas, construye
pueblos, complementa a la persona, y la realiza. Sólo así se redescubren las
capacidades, deficiencias y destrezas personales e institucionales que permiten
o limitan desarrollarse individual o colectivamente.
La gracia de saber.- Con el fin de orientar a sus integrantes, la
familia consanguínea ha de reformarse amoldándose a los cambios, y sin disolver
su esencia. La sociedad hará lo propio velando por la salud mental de sus ciudadanos,
haciendo cumplir y cumpliendo las leyes que establecen el orden y seguridad
para los ciudadanos con, y sin discapacidad.
La necesidad de triunfar.- Desde que la persona concientiza que, segundos
antes de ser concebido fue el primer espermatozoide que llegó al óvulo materno,
el deseo de llegar a una meta se transforma en necesidad inherente de
realización humana y personal. Así, el deseo de adquirir bienes materiales e
inmateriales se convierte en sinónimo de tenacidad, entrega, y a veces
sacrificio. ¿Cómo negarse al éxito profesional, si por las venas corren células
en permanente actividad? ¿Cómo negarse al triunfo espiritual si el ser clama
por satisfacer el alma? Ambas necesidades reales (material e inmaterial)
revelan la naturaleza humana y divina del hombre. Quién para triunfar aun el
estresante ruido de este tiempo, se esfuerza y persevera hasta lograr pasar de
la desesperación a la calma, del defecto a la virtud, y del pasmo a la
actividad, valores que en toda etapa de la vida, lo encaminan hacia la dignidad
prometida.
La alternativa de
responder.- ¿Se detuvo ya a percibir
el latir de su corazón y el ritmo de sus pasos por la vida? ¿Se ha percatado
que es vital direccionarlos o reafirmarlos? ¿Notó ya el lugar en que se
encuentra, y su capacidad para sentir, ser, hacer, triunfar, responder? De
hacerlo, se encontrará consigo mismo, y verá cierta armonía en acción
solicitando correspondencia, que le interpela a escuchar las necesidades de su
alma destinada a realizarse mediante el servicio a sus semejantes… más no
queda. Y es que, todos nos complementamos en
nuestra unicidad corpórea, y poseemos la capacidad para ayudarnos a crecer y
manifestar de Dios, ¡ésta, su bendita obra!
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