El
primer resultado de la revocatoria es revelar que si los limeños tuvieron hasta el 17 de marzo una alcaldesa de izquierda, por la
fuerza de los votos y especialmente por la nueva alianza que representa con el
PPC, PPK, AP y PP, hoy Susana Villarán, se perfila como la
alcaldesa de los ricos como ya sugieren algunos analistas políticos. ¿Alguien lo duda?
“Haremos
un gobierno de concertación… Lima es una ciudad para
todos”,
Ha
señalado Susana Villarán y no ha dudado en admitir
que en ese “todos” pueden estar incluidos los partidos como SN y
el APRA que quisieron revocarla y que hasta el momento la van dejando sin sus
regidores más leales.
Suena
bonito decir que “todos somos hermanos, todos peruanos o todos limeños”, cuando la sociedad a la que pertenecemos en lugar de estar unida,
no para un partido de fútbol sino por intereses comunes, está dolorosamente dividida entre quienes cortan el
jamón y quienes apenas toman pan-con-té.
La terquedad de la Villarán para admitir esa
realidad la ha llevado a pretender gobernar para todos, pero con los métodos de
ellos, dándole la razón al lema de los políticos sicarios para quienes “hay que
lograr los votos de la izquierda para gobernar con la derecha”.
Un
gobierno municipal de estilo neoliberal
Porque
lo que debe quedar muy claro es que la gestión de Villarán no cambó las formas de gobierno del “mudo” Castañeda. ¿Un botón de muestra? Después de todo lo que la
alcaldesa dijo de Odebrecht, el concejo de la MML ha seguido aportándole jugosos contratos a esta transnacional brasileña, que está salpicada de sospechas de
tratos corruptos tanto con Castañeda, como con Alan García, y que se quiso blanquear con el “regalito” del Cristo del Morro
Solar.
En
su relación con la sociedad, Villarán tampoco cambió las formas de los anteriores alcaldes. Su afirmación de que ella es la autoridad encargada de hacer cumplir la ley y el
orden, no se diferencia en los hechos del autoritarismo de cualquier gobierno
burgués. La embestida contra los comerciantes de la parada revela que para
Villarán las diferencias con la población no se resuelven por el
diálogo, con mayor razón si son “lúmpenes”, un sector social que, para
muchos, no merecería vivir, como si no fuera el resultado de las desigualdades que produce
el sistema capitalista, razón por la que Villarán lo consideró un asunto policial, sin
considerar la posibilidad de que hubieran muertos en la confrontación.
Villarán como cualquier gobernante neoliberal, no se permite ni un ápice de acercamiento a aquello que los medios llaman “populismo” y que
consiste en salirse de la línea privatista y
empresarial con que se deben “resolver” los problemas, en este caso,
municipales.
Por
ejemplo, al construir las escaleras tan necesarias para subir a los cerros en
los que habita el mayor porcentaje de pobladores de Lima, en lugar de apelar a
la población para darle trabajo con capacitación, organizando el
comité de olla común para alimentar a los
trabajadores, avivando la solidaridad para el cuidado de los niños de quienes están involucrados en las
tareas colectivas, convocando artistas para recrear el trabajo y que este se
convierta en una fiesta colectiva y así posibilitar que el
presupuesto original sea abaratado y con el excedente proceder a resolver otra
de las demandas populares como instalaciones de agua o luz, o centros
educativos, recreacionales, etcétera, es decir, en lugar
de gobernar bajo un concepto de izquierda socialista, la Villarán ha seguido el mismo estilo de la “gobernabilidad” burguesa: apelando a las empresas capitalistas.
Solo siembra la duda
Al
final, nada garantiza que ese estilo no eche por tierra la presunción de honestidad, transparencia y limpieza con la que se empolva la “tía bacán”, y no porque ella no sea irreprochable, sino porque no hay empresa
capitalista que actúe con honorabilidad en un
sistema donde la coima, el fraude, la estafa y el crimen son los ingredientes
con los que se manejan las empresas de los burgueses.
A
todo esto se debe agregar que en la forma de impedir su revocatoria no pasó en ningún momento por apelar al pueblo, a su movilización. En lugar de ello, o precisamente para evitar la movilización popular y su politización, algo que asusta a la
derecha neoliberal, fiel a su pragmatismo tecnocrático, contrató al “experto” Luis Favre, a quien los medios, especialmente de la
derecha, hoy le adjudican el éxito de la “resurrección” de la Alcaldesa, quitándole el triunfo a las
decenas de colectivos sociales compuestos por centenas de jóvenes, como el Comité de Jóvenes por el NO, verdaderos artífices de la victoria que
hoy la alcaldesa celebra abrazada de su otrora enemiga, la llamó “perra”, Lourdes Flores.
¡SI… que se vayan todos!
El
voto por el SI, por encima de haber sido manipulado por los más connotados corruptos, como Alan García y Castañeda, avalados calculadamente por un sinuoso fujimontesinismo, tiene
mucho de razón en su poco expuesto rencor contra los políticos que tendría en la expresión ¡que se vayan todos! los verdaderos sentimientos de un amplio sector social que debiéramos compartir en vez de condenar. Sería un error imperdonable
que, por apoyar a una alcaldesa que, en la práctica, se pasó a la derecha no encontráramos las razones que
tuvieron quienes le dijeron SI a la revocación por causas que vistas fríamente tienen suficiente justificación precisamente porque la
alcaldesa ha estado alejada de los sectores que suponía representar.
El
SI es también un jalón de orejas a la izquierda tradicional, no a la juventud que, como
antes en el rechazo a Keiko, muestra sus verdaderas inclinaciones. El SI revela
una vez más el alejamiento de esa izquierda con los sectores populares, porque
si no fuera así el No hubiera ganado de lejos… aunque es dudoso pensar que si Susana
Villarán hubiera obtenido el apoyo de los sectores del “pobretariado”, o la
“pobrecía”, un término acuñado por el ruso Kiva Maidanik para calificar a los llamados sectores D
y E, la derecha la hubiera ayudado a evitar la revocación.
En
conclusión, por el hecho de haber votado por el SI, los sectores pobres y
marginales no merecen ser considerados enemigos y dejarlos atrapados por la
ideología clientelista que los convierte en presa fáciles y humilladas por el
asistencialismo que la derecha pone en acción solo cuando de
elecciones se trata. Definitivamente no.
¿Y ahora?
El
reto está planteado. La izquierda tiene que fijarse como meta apoyar las
labores autogestionarias que empíricamente han venido
llevando a cabo los propios pobladores, tanto para salir en busca de un
terreno, para ocuparlo, construirlo y desarrollarlo como parte de una ciudad
que se forma caóticamente por falta de planificación urbana.
Este
apoyo debe consistir ante todo en demostrar que el Estado no es el mejor medio
para lograr las soluciones inmediatas que aquejan a los asentamientos humanos.
Se debe exigir que la economía de los municipios sea
supervisada y controlada por la Comunidad que, en última instancia debe ver
en esos fondos el dinero que surge de sus contribuciones ya sea en impuestos
directos o indirectos. Debe resaltarse que desde que se compra un pan ya se está pagando impuestos.
¿Gobierno de la izquierda o gobierno del pueblo?
Son
los pobladores mismos, quienes saben mejor que nadie los problemas inmediatos
que los aquejan. Por ejemplo, para las madres que trabajan y no saben donde
dejar a sus hijos en edad pre-escolar, la extensión de los Wawa-huasi cumple
aquí una función de primera importancia.
Lo mismo la solución a los problemas de buena alimentación que perfectamente pueden
resolverse convirtiéndolos no en problemas
familiares sino en sociales. Los problemas de salud son una demanda prioritaria en
ciudades donde la tuberculosis se pasea sin control preciso y aumenta con el
hambre. Asimismo los problemas de salud emocional y mental derivada de la
violencia social que en muchos casos es parte de la violencia social.
La
construcción de escaleras, centros comunales, de educación, esparcimiento, deporte y recreación tienen que resolverse
con mentalidad colectivista. Para solucionar esto hay que combatir las
mentalidades tecnocráticas de las autoridades
actuales que ante cada demanda plantean la necesidad de “estudios”, que
generalmente son excusas para gastar dinero en otras cosas sin ir directamente
a la solución popular.
Nada
de esto último es nuevo. Está en nuestra memoria histórica. Son nuestras ancestrales leyes del Ayni y la Minka que hoy toca
revivir porque resaltan lo mas valioso de la esencia humana: la solidaridad.
El
ecosocialismo, como el amor, no tiene fecha ni horario en el calendario.
Dejemos de lado las divagaciones, abramos de una vez el debate para iniciar el
poder comunal que inicie la construcción del mundo nuevo por el
que tanto soñamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario