De Carlos Danger, el Cliente #9, al alcalde que más
manosea a mujeres (desde las que posan como Marilyn Monroe a verdaderas
almirantes), el mundo político estadunidense está, para variar, envinado por la
perversión e hipocresía sexual.
Advertencia:
esta información es sólo para adultos; se trata de comportamiento infantil de
políticos. Los reporteros, editores, fotógrafos y jefes de este periódico, que
sobre todo se destacan por el decoro y el respeto a lo decente, han intentado
evadir tocar este tema tan delicado, pero el deber de reportar la noticia es
supremo. Se trata de (disculpen ustedes) penes en la política.
De costa a
costa de Estados Unidos, figuras nacionalmente reconocidas (y no sólo por sus
caras) están enfrentando crisis causadas por sus impulsos sexuales
aparentemente imparables (perdón, otra vez).
Para
empezar, el señor Danger. Su nombre real es Anthony Weiner, primero integrante
del consejo municipal de Nueva York, después representante federal hasta 2011
cuando renunció al revelarse que había enviado imágenes vía Twitter de su
“bulto” y de su cuerpo a una mujer joven que conocía sólo por el ciberespacio.
Primero mintió, pero finalmente ofreció disculpas al mundo y a su esposa, juró
que buscaría tratamiento y se esfumó del escenario. Su esposa, Huma Abedin, en
ese tiempo era asesora y amiga cercana de la entonces secretaria de Estado
Hillary Clinton.
Weiner
reapareció este año al postularse como candidato a la alcaldía de Nueva York, y
logró llegar a ser uno de los más favorecidos en la pugna electoral que
culminará con la elección local en septiembre. Pero su pasado interrumpió su
resucitación política cuando otra mujer reveló que había tenido una relación
cibernética sexual con él mucho después de su renuncia al Congreso, y esta vez
se difundieron no sólo imágenes de su pene, sino mensajes eróticos, en los cuales
firmaba como “Carlos Danger”.
Durante
las últimas dos semanas, y de nuevo con su esposa humillada al lado, Weiner ha
tenido que responder a preguntas incesantes sobre sus relaciones cibernéticas,
y confesó que había tenido este tipo de intercambios tal vez con seis o hasta
10 mujeres, “supongo”, y que tres fueron después de renunciar su curul en el
Legislativo. Preguntado si hay más mujeres que podrían presentarse con más
ejemplos de su comportamiento, dijo “no sé, espero que no. Ciertamente no me
gusta hablar de ello”.
Pese a que
figuras políticas de su Partido Demócrata, la junta editorial del New York
Times y el Daily News, entre otros, han pedido que abandone su campaña, y su
apoyo en las encuestas se ha desplomado, Weiner ha rehusado rendirse ante su inevitable
derrota.
Pero tal
vez lo más notable de todo esto es que éste es el primer ejemplo de un
escándalo sexual cibernético de un político. Las relaciones de Weiner con todas
estas mujeres existieron, hasta donde se sabe, exclusivamente en el ciberespacio.
Su derrota pública es más por hacer el ridículo –de tener un escándalo sexual
sin contacto físico y menos sexo– que cualquier otra cosa.
Pasando al
Cliente #9: Eliot Spitzer, el ex gobernador de Nueva York, cuya fama fue en
parte por ser un fiscal que se atrevió a perseguir a la Mafia y a poderosas
figuras de Wall Street, mientras perseguía también prostíbulos, y que por un
momento se contemplaba como potencial candidato presidencial, cayó desde lo más
alto cuando en 2008 se descubrió que el entonces gobernador había contratado
prostitutas, el servicio que usaba lo identificaba sólo como el Cliente número
9.
Obligado a
renunciar y desaparecer durante un tiempo, buscó resucitar su carrera como
comentarista político en televisión. Este año, Spitzer decidió que el momento
había llegado para buscar su renacimiento político y se declaró candidato al
modesto puesto, para él, de contralor de la ciudad de Nueva York, donde por
ahora es el favorito según las encuestas. Aunque su historia como “cliente” no
ha sido del todo superada, Spitzer no tuvo pena en opinar que Weiner no debería
de ser alcalde de Nueva York por su atroz comportamiento.
Mientras,
del otro lado del país, continúa el gran escándalo de Bob Filner, el alcalde de
San Diego, y ex representante federal, quien primero fue acusado por una mujer
de hostigamiento sexual, algo que negó, pero durante las últimas semanas otras
mujeres han hecho la misma denuncia y a la fecha, van 11, con la última, una
enfermera, sumándose a la lista este martes. Entre éstas hay una mujer que se
dedica a posar como Marilyn Monroe, pero otras son figuras prominentes, como
una ex almirante de la Marina de Estados Unidos, una decana de la Universidad
Estatal de San Diego, una empresaria y hasta su ex jefa de comunicaciones entre
otras de sus empleadas.
Línea directa
Las que han denunciado hostigamiento sexual por el
alcalde suman al menos 13, incluyendo ocho veteranas militares, quienes
conocieron a Filner cuando éste era representante y presidente del Comité de
Asuntos de Veteranos.
Al parecer
habrá más, ya que la oficina del alguacil de la ciudad ha instaurado un número
de teléfono dedicado sólo a esas denuncias. Filner ha sido obligado a reconocer
que su comportamiento no ha sido “respetuoso” con las mujeres, pero ha rehusado
renunciar, a pesar de que casi toda la cúpula política de su ciudad y sus ex
colegas en el Congreso han llamado por su retiro de la política. Filner informó
que estará en sesiones de terapia intensa durante las próximas dos semanas para
abordar su “condición”.
La famosa
abogada de celebridades Gloria Allred, que representa a dos de las víctimas,
afirmó esta semana que “usar su poder como alcalde de la ciudad de San Diego
para satisfacer sus necesidades sexuales es claramente inapropiado y no debería
ser tolerado. Creo que es hora de que la ciudad ponga un cartel de advertencia
frente a su oficina, alertando a las mujeres de actuar bajo su propio riesgo.
Deberían ser informadas de que el alcalde está en su oficina y podría haber
peligro en proceder”, reportó Político.
Estos tres casos resultan ser del Partido Demócrata, pero según
estudios, la mayoría de los escándalos sexuales de políticos en este país son
de republicanos. Al parecer, a pesar de la gran queja sobre la polarización
política entre demócratas y republicanos en este país, por lo menos los hombres
en ambos partidos comparten más de lo que desean reconocer.
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