Por Gerardo Iglesias
La dictadura de las transnacionales
"La
biotecnología y las transnacionales le están quitando al campesino una de las
pocas cosas que supo estar en su poder: las SEMILLAS. La industria está
produciendo variedades patentadas que uno no puede reproducir, y si lo haces
corres el riesgo de pagar fuertes multas o ir preso. Están lanzando al mercado
variedades resistentes pero no a las plagas, sino a los herbicidas que producen
las mismas transnacionales. Todos los años tienes que comprar sus semillas y su
herbicida. Control absoluto, poder absoluto. Eso no tiene nada que ver con
aumento de productividad, eso se llama CONSPIRACION".
José
Lutzenberger
Colombia,
Bangladesh, Brasil, India, Argentina, Sudáfrica, España… y la lista podría seguir hasta nombrar 29 países de
todo el mundo. Son los que ya han caído ante el programa estratégico de las
corporaciones transnacionales de la alimentación, uno de cuyos primeros
objetivos fue y continúa siendo imponer sus semillas transgénicas en todo el
mundo, y a como dé lugar.
A
pesar de la gran resistencia que oponen miles de organizaciones sindicales,
campesinas, políticas y ciudadanas en todas las latitudes, hay que reconocer
que llevan la delantera.
Uno de
los capítulos más recientes de esta lucha se produjo en India, donde una
comisión científica nombrada por la Suprema Corte de Justicia, gobiernos y
parlamentos estaduales y hasta el Comité Parlamentario Permanente en
Agricultura se han pronunciado en contra de la liberación de cultivos
genéticamente modificados.
Monsanto
contra la berenjena libre Y el
patrimonio de la humanidad
La
berenjena constituye uno de los alimentos básicos en la India, y
fue en ese país donde la berenjena transgénica pretendió ser introducida por Mahyco, la
filial local de Monsanto,
propietaria de la patente de ese cultivo. Pero
la oposición generalizada que levantó provocó que las transnacionales adoptaran
el Plan B.
“Si la
India no quiere, no importa -reflexionaron los gerentes de Monsanto- crucemos
la frontera hacia Bangladesh”. Y eso hicieron. Este
país acaba de anunciar con bombos y platillos la liberación del cultivo de la
llamada “Berenjena Bt” –la misma variedad rechazada en India- que
contiene un gen del bacillus thuringiensis que le
aporta resistencia a dos insectos endémicos en la región.
Poco
importa si Bangladesh posee
hasta ahora 100 variedades diferentes de berenjena, y que la región sea centro
de origen de esta planta. Chitra
Devi, científica de la Oficina Nacional de Recursos Fitogenéticos de India, informó que “La estructura de la flor de la
berenjena favorece un proceso rápido de polinización cruzada. Por eso la
contaminación con genes de la bacteria incorporados a la berenjena transgénica
sería rápida e irreversible”.
El
hecho consumado. La misma estrategia que utilizó Monsanto en América Latina para
imponer su soja transgénica desde Argentina, donde logró instalar un cuartel general para la región
hace casi dos décadas.
A
partir de entonces se introdujeron de contrabando toneladas de semillas de soja
transgénica en Brasil y
otros países limítrofes, hasta que liberar su cultivo fue simplemente ajustar
la norma a lo que ya era una realidad.
Hoy
muchas organizaciones sociales recuerdan que de esta misma forma, de
contrabando desde Bangladesh, fue como terminó ingresando e imponiéndose en la
India el algodón transgénico en la actualidad extendido por todo el país.
Usted
no puede, no sabe, usted no interesa De
campesinos a delincuentes
Pero
hay otros sitios donde Monsanto y las
demás corporaciones de la alimentación cuentan con instrumentos –leyes y
gobiernos- mucho más “amigables” que el de la India,
incluso más sometidos que el de Bangladesh.
Colombia firmó
una Tratado de Libre Comercio con Estado
Unidos. Obedeciendo a los compromisos adquiridos en
ese acto, el gobierno aprobó la llamada Resolución
970 según el cual no se podrán vender, ni siquiera intercambiar o utilizar en
territorio colombiano ninguna semilla de ningún cultivo que previamente no haya
sido certificada, obviamente, por las propias estructuras del gobierno sometido
al TLC y las corporaciones.
Escandalosamente,
ya se han decomisado toneladas de semillas criollas de los pequeños y medianos
campesinos que se oponen a esta reglamentación, acorralándolos para que deban
usar las semillas transgénicas aprobadas en masa y a ojos cerrados por el
gobierno.
El
reciente Paro Nacional Agrario colombiano de agosto pasado logró sacudir al
gobierno que no tuvo más remedio que prometer que “congelaría” la Resolución
970. Apenas unos meses después está promoviendo un nuevo texto que los
campesinos y sindicalistas estiman “aún peor que el anterior”.
La
primera pregunta es: ¿alguien duda de que la meta de las corporaciones en
Colombia es imponer un modelo agrícola en el cual unas pocas transnacionales
monopolicen la producción de los alimentos básicos?
La
segunda es: ¿alguien duda de que diseminar ese modelo a escala
planetaria es la siguiente meta?
La
tercera: ¿lo lograrán?
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