domingo, 29 de diciembre de 2013

PNP: Un partido debilitado






Por Juan Vejarano




Han pasado dos años y medio desde que Ollanta Humala llegó a la Presidencia de la República arriando las banderas del Partido Nacionalista Peruano (PNP), agrupación que nació el 2006 cuando el comandante en retiro participó por primera vez en un proceso electoral. El PNP salió a la palestra para esa coyuntura electoral y se suponía que venía con aires de renovación, con ideas frescas y formas innovadoras de hacer política. El PNP generó muchas expectativas, su ingreso a nuestra esfera política aportaría al cambio y la forma de conducir un partido, ya que según el propio Humala tenían una visión distinta a los denominados partidos tradicionales. Sin embargo, con el paso del tiempo ese protagonismo y la importancia que debió tener el PNP, con mayor razón si son gobierno, se ha ido diluyendo, ha perdido el peso político respecto a otros partidos y hoy se mueve de acuerdo a las circunstancias.

Se pensó que con Humala en el poder y con la mayoría de sus líderes en el Congreso y en la administración pública, el PNP se fortalecería aún más desde el punto de vista orgánico, de su estructura partidaria, tendría en pleno funcionamiento a sus bases distritales, provinciales y regionales,  promovería la decencia y docencia política, y fortalecería la unidad de su militancia para enfrentar los retos que se le presentaría en el camino. Pero nada de ello ha sucedido; por el contrario lo que se ha visto hasta hoy han sido enfrentamientos entre los propios militantes, denuncias entre dirigentes, y ambiciones y angurrias por obtener un puesto en el aparato estatal.
Camino al tercer año de gobierno, el Partido Nacionalista aparece prácticamente desarticulado, sin una vida partidaria activa; por lo menos eso es lo que se observa en la mayoría de regiones del país. Tal es su desorganización, su falta de dirección y manejo, y obviamente carencia de liderazgo, que existen dirigencias paralelas; es decir dos coordinadores regionales que se pelean por tener la batuta del partido, por ser los “mandamases”. Estas acciones no hacen más que evidenciar la ausencia de un líder que ponga orden en casa, que llame a la cordura y la tranquilidad.
Lamentablemente esa persona que promueva ese liderazgo desde la alta dirección del PNP no existe, no hay esa cabeza visible que corrija o de la voz de mando ante los desaciertos cometidos como partido, el presidente Humala aparentemente se ha desentendido del asunto y está pensando más en cómo gobernar de la mejor manera este país, en cómo recuperar los puntos perdidos por sus propios errores (según las encuestas), en cómo recobrar la confianza de la población que ve a un mandatario dubitativo, con poca capacidad de reacción ante circunstancias difíciles.
Cuando Humala estuvo en campaña cuestionó duramente a los partidos tradicionales, los criticó por carecer de protagonismo frente a los problemas del país, con dirigentes que más estaban pensando en cómo satisfacer sus intereses personales o de grupo y solo utilizaban a la militancia en épocas electorales. Hoy en día el PNP ha caído casi en lo mismo, se ha convertido en un partido sin convicciones ni ideario que inspire su vida política. Sólo depende de ellos mismos, y del propio Ollanta Humala, cambiar esta triste realidad.

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