martes, 23 de febrero de 2016

En el Perú se le llama “langoi” a esa mezcla de sobras que el mozo del chifa juntaba en una bolsa y que uno llevaba a casa con la excusa de que sería para “el perrito”, pero que en realidad era el calentado del día siguiente,

Los peruanos que son muy ocurrentes, llaman ahora “langoi” a los partidos políticos que son los más publicitados por los “medios de la concentración”. Un repaso del fujimorismo que hoy busca un “rostro nuevo”, caviarizándose con el jale de Vladimiro Huaroc, supuesto experto en pacificar conflictos sociales y ex-alto funcionario del humalismo, es lo primero en hacerse notar. Aunque, se asegura que la, hasta hoy aun no consumada purga de los duros del ala ultra del fujimontesinismo (Chávez, Cuculiza, Salgado), conduciría a un mayor langoi. Ni que se diga ahora del Apra en alianza con el PPC o de Acuña que es el que mas sobras ha juntado, o del propio PPK quien se jaló a la ex ministra Mercedes Miss Bagua, Araoz.
Esto lo que revela es falta de principios, de ética y sobre todo de planteamientos por el bienestar de los peruanos. Aquí lo que se está juntando son intereses particulares de lobystas del gran capital sumados a la angurria de quienes están ansiosos de que la plata les llegue sola.

Pero hay más, cualquiera que sea ese langoi político, el empacho y el cólico están asegurados. Salvo mejor opinión.

El comentarista político, Marco Sifuentes, acaba de afirmar una gran verdad, el fujimorismo ya ganó las elecciones. Aunque Keiko no gane.
Es que todos los candidatos visualizados por la prensa se parecen tanto entre sí que, sin excepción, representan la continuidad del fujimontesinismo en todo sentido. Mendacidad, corrupción, propensión al crimen, sumisión a los imperios, obediencia a la Confiep, SIN y todos los aparatos que constituyen la madriguera de la clase gobernante.
Se hizo evidente en el Cade, el encuentro anual en Paracas, que reúne a los empresarios y, esta vez, también a los candidatos que se presentaron como si fueran a rendir el examen más importante ante un jurado parecido al de Yo soy.
El Cade fue como una inspección para observar cual de los candidatos se parece más a la clase gobernante y, al parecer, quien ganó por varios cuerpos de ventaja fue Alan García. ¿Por qué?
Es que sin duda es el candidato que de llegar a la presidencia es el que ofrece mejores oportunidades para amarrar contratos sucios y tramposos para esquilmar los fondos públicos, amén de lograr la “paz social” que permita una mayor sobre explotación a los trabajadores. Del 2006 al 2011, García fue el mismo el perro del hortelano solo que este dejaba comer al patrón mientras “la plata le llegaba sola”.
Keiko Fujimori no dio la talla. Su voluptuosidad se percibe como peligrosa. El hecho de que ahora se haya “caviarizado” para parecer lo que no es, es una máscara que se le cae a cada paso. Bastó que Ollanta afirmara que Fujimori había sido un corrupto de marca mayor, para que Keiko mostrara su rostro de furia, que devuelve ante todo el mundo la noción de que ella no ha cambiado y que la única intención de su candidatura es liberar al ladrón y asesino de su padre, quien de salir libre exigiría de inmediato la liberación de Montesinos. 
Después de todo, ya alguna vez Montesinos le advirtió a la propia Keiko que si no lo liberan junto a su padre él podría “cantar”.
Lo cierto es que si nos ponemos a escrudiñar, veremos que no hay diferencias entre uno y otro, a tal punto que la noción del “mal menor” esta vez ya no existe. Todos los candidatos, de la concentración de medios de prensa, son el mal mayor: el Sida, el Cáncer, la lepra, el berebere, o el dolor de muelas.
Mientras tanto, la economía que, en última instancia será la electora mayor, cada vez se endurece. Por lo pronto, luego de anunciar que el crecimiento este año sería de 3 puntos, luego 2, ahora anuncian con optimistas esfuerzos que apenas se alcanzará el 1.5%. El cierto que la recesión no ha llegado aun, el crecimiento de la población en las ciudades avisora un consumo permanente, pero si los “grandes empresarios” persisten en atacar los ingresos, el mercado nacional que es actualmente el contrapeso que evita que la economía se desplome, entonces sí las cosas se verán color hormiga.

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