viernes, 31 de mayo de 2013

LA CORRUPCIÓN








Un flagelo convertido en política de Estado



La decadencia internacional del capitalismo se revela incesantemente en los escándalos de corrupción que dan la vuelta al mundo, salpicando muchos, muchísimos, dólares, con sangre y sudores de los más pobres del planeta.
En Italia, Berlusconi se pasea orondo, cual César redivivo, sin ocultar la podredumbre del personaje que representa. En España, el devoto Rajoi, prominente miembro del Opus Dei, también ha sido descubierto recibiendo suculentos ingresos por debajo de la mesa.
En EEUU, donde el lobbysmo es un negocio legal, y donde la religión perdona las deudas, menos los diezmos, las ingentes cantidades de dinero recibidas por las corporaciones financieras a comienzos de la “era” Obama, hasta ahora no han reflotado la economía, ni resuelto la angustia de cientos de miles de embargados de sus casas que han quedado literalmente en la calle, dejando claro que el Estado solo sirve para proteger a las grandes corporaciones pero no al pueblo. ¿Y no es acaso corrupción que las contribuciones del pueblo pasen a manos de los que ya tienen demasiado?

Pero si de corrupción se trata, es probable que el Perú esté disputando, haciendo todos los méritos posibles, para lograr el primer puesto entre los países más corruptos del planeta.
Esto se debe particularmente a dos razones: primero, el Perú tiene una clase gobernante, no dirigente, absolutamente parasitaria. Detesta el trabajo, el esfuerzo empresarial. A pesar de gobernar uno de los países más ricos del mundo en biodiversidad, en recursos naturales, y con una disciplinada e ingeniosa fuerza de trabajo agrícola, en un territorio tan inhóspito.
La parasitaria clase que gobierna el Perú, que difícilmente se puede calificar de burguesía, puesto que esa clase tiene el mérito de haber desarrollado, en el planeta, los medios de producción dando rienda suelta a la imaginación que hoy posibilita tantos inventos que debieran hacer de la existencia humana un edén, hasta que la ambición y la criminal tendencia del capitalismo a la concentración de riquezas y de poder, han producido la crisis actual que nos lleva a la destrucción del planeta y a la desaparición de la existencia humana.
Representantes de esa decadencia del capitalismo, son los políticos peruanos. Fujimori, Paniagua, Toledo, Alan García y Humala, son la encarnación del imperio de la mendacidad que gobierna el mundo y particularmente, el Perú.
“La plata llega sola”, es la doctrina impuesta casi siempre, desde el minuto siguiente al 28 de Julio de 1821, fecha en que San Martín proclamara la independencia.  Que lo haya dicho Alan García, solo es la confirmación de una forma de actuar de los políticos peruanos que para llegar al poder mienten y cuando llegan a él roban, no solo las esperanzas de los pueblos sino el contante y sonante efectivo que bien invertido hace mucho que hubieran sacado a los pueblos del atraso y la miseria.
Hoy, en que las elecciones para el 2016, ya se están adelantando, el circo abre sus puertas para mostrar cual podría ser el peor candidato, lo que equivale a ser el de mayores posibilidades para llegar al gobierno.
Qué duda cabe, Alan García, es el peor de todos. “Maestro de la coima sin huellas” lo llama César Hildebrandt.
Bastó que la Megacomisión que preside el congresista Sergio Tejada, denunciara que los indultos de casi 1500 reos, realizados por el propio Alan García, muchos de los cuales comprometidos con el narcotráfico, hubieran sido beneficios a 10 mil dólares por año de reducción de penas, para que de pronto este prestidigitador, que convierte sus denuncias en papel higiénico usado, mueva sus fichas para embarrar a todos, como si dijera si yo robo y tengo mis casas compradas con el dinero de las coimas que hice durante mi gobierno, pero también es así Toledo y todos los demás. Recordándonos el grito destemplado y entre irónicas sonrisas que lanzara Fujimori para decir “¡Soy inocente!”.
Pobre Perú, hace años que el pueblo solo tiene de candidatos al cáncer o al Sida y, como dijera el poeta, este cadáver que somos casi treinta millones de peruanos, ¡Ay, sigue muriendo!       (Cabe)

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