Por Rosa Maria Contreras
Inmortal es algo o Alguien que permanece en el recuerdo. Inmortales son, el conjunto de virtudes
expresadas en la actitud de quiénes, apostando por la integración social,
motivan a otros a abrazar esa parte oculta de su humanidad.
Conocemos por referencia a Luis
Braille, creador del sistema de comunicación con puntos en alto relieve para
ciegos, a Mozarth, quién aun perder la audición escribió partituras musicales
que hoy se usan en la relajación. Recordarlos es alimentar el espíritu, y lo es
más al hablar o escribir de quiénes, al
compartir el Pan de cada día, se perennizan en la memoria colectiva:
En el 96 se transfirió una panadería aquí Paterson. Dos de sus
empleados, que ganaron el respeto del público por el trato amable que ofrecían,
fueron despedidos al reducirse el personal. Se dejaron extrañar por su gente,
quiénes los animaban a abrir otra panadería. Refiere Isaí Valencia: “Hugo
Moreyra y yo conversamos seriamente. Unimos ideas, fuerzas, y acciones.
Trazamos metas a mediano y largo plazo, desde esa primera reunión le pusimos
ganas, y nos dijimos: No moriremos de
hambre, porque nosotros ¡somos
inmortales!”.
El desempleo es una realidad que desmoraliza; más, cuando lejos de
casa la sutil indiferencia parece quebrar las defensas del cuerpo. La
impotencia de retornar con las manos vacías plantea revalorar y aplicar las sabias enseñanzas de
la familia: “No fue fácil. Los primeros años pasamos dificultades, alegrías y
carencias que nos indujeron a
perseverar. Coincidentemente, recibí una tarjeta de mi hermana con la poesía NO TE RINDAS;
emocionado, lloré agradecido por haber aprendido este oficio, el de la panadería.
Fui fui aprendiendo que todo en la vida
tiene un precio.
Los inmortales abrieron sus puertas en julio
del 97. Sus gestores, convencidos de poder revertir cada negativa en optimismo,
iniciaron con poco y con los dos ambientes que aún conservan: uno para la venta
de pan y productos de cocina, y otro con mesas para vender comida preparada.
Recuerda Isaí: “Eran entre 10 a 12 horas
de trabajo. Necesitábamos estabilizarnos, para brillar con luz propia,
la única forma de crecer fue trabajando más, y así lo logramos. Entonces éramos
sólo 2 personas. Hoy, Edward Chiappa (pinocho), Eslín Jhon (batería), Walter
Valencia (mercado) Matías Moreyra ((el blanquito), Hugo Moreyra (eh), Lorenzo Rubio, Miguel
Ramírez, Carlitos, Nestor, y yo (el cholito), somos el equipo que encuentra lo
que busca: trabajar.
El local se renueva cada cierto
tiempo conservando la raíz de su origen peruano-argentino. Cuando usted visita
a Los inmortales, encuentra un ambiente de pueblo para el pueblo que acoge y recibe
los pedidos y gratitudes de sus gentes. Expresa emocionado Hugo Moreyra: “Las
imágenes de Fray Martín de Porres, el Sr. de los Milagros, y de equipos
deportivos, como el de ‘Inmortales Club’ que alguna vez apoyamos aquí en New
Jersey… las artesanías y banderas de diferentes países, como los polos que
usted ve arriba colgados, son regalos
que las personas fueron dejando”.
De aquéllos que ubicaron allí, un espacio donde respirar su mundo para
reencontrarse con el todo y la nada de su humanidad. De quiénes, al desayunar,
almorzar, ir de compras, o sentarse a tomar un café y escribir, sienten renacer
el espíritu al recordar en ése ambiente familiar, al entrañable suelo peruano
que un día decidieron dejar. “Ser cordial y comunicativo no cuesta. Hoy por hoy
-continúa- mi mayor ganancia son los
millones de sonrisas que, entre bromas, consigo enrostrar en el semblante
preocupado y tenso de las gentes”
Para Hugo, el público es su mejor maestro: “Una vez pregunté a un
cliente peruano que tenía muchos problemas (gordito, bajito y trigueño él) -Oye ché, qué hacés para estár siempre
alegre?! Sereno me respondió: -Me lo tiro tódo a la espalda. Su respuesta fue
como una cachetáda de ida y vuelta que me dejó sin habla. Desde ése día procuro hacer lo mismo… es una forma de
agradecerle a la vida”.
Hugo e Isaí: experiencia y juventud complementadas, la dupla de
actitudes positivas que desde hacen 16 años, superando límites de espacio y
tiempo, transmiten la fortaleza y alegría que un día les brindó gente amiga.
Orgullosos de generar otras fuentes laborales,
agradecidos saludan a la comunidad peruana en su día: Inmortalizarse es
una tarea, es respuesta al don y carisma que al descubrirse, en libertad se
capitaliza, invierte, y emplea.
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