Por Rosa Maria Contreras
Entre
los países de habla hispana, fue España (a través de la Organización Nacional
de Ciegos Españoles-ONCE) el primero que
incorporó en sus leyes, normas que facilitan a los discapacitados acceder a los
Servicios de Transporte Público: como la de recibir buen trato, acceder a los
primeros 4 asientos, pagar el 50% de la tarifa establecida, entre otros.
Dicha
institución, creada con la misión de laborar por una decidida ejecución de los
Derechos universales, tuvo y aun tiene influencia en estamentos educativo,
religioso, empresarial y político. Con las permanentes campañas de promoción
humana, han logrado sensibilizar a casi toda España y sus estructuras físicas y
psicológicas.
La ONCE
está integrada por gente con discapacidad visual. Desde sus orígenes (sin
ignorar las necesidades y aportes de personas con otras discapacidades) plantea
-con la autoridad que da el conocimiento empírico, teórico y práctico-
propuestas de solución a una serie de problemas cotidianos como el de
Transporte Público, que dicho sea de paso, se viene superando, paulatinamente,
en el mundo:
La
tecnología posibilita hoy, que una persona en silla de ruedas acceda al ómnibus
mediante una plataforma que baja a la altura del usuario, y lo eleva hasta
ubicarlo dentro de éste. En 1985, la propuesta de las fuerzas
representativas del Perú, de adaptar las unidades con ascensores automáticos
para el fácil acceso a discapacitados y ancianos fue aceptada parcialmente,
debido al elevado costo que representaba para los empresarios, ya que por tal
adaptación no recibirían ninguna compensación económica.
Los
líderes insistieron en la dación de leyes especificas; y hoy, luego de 30 años
(¿what…!!!?) pueden ver algunos resultados: El Metropolitano y el Tren
eléctrico en Lima ya están a la orden. Y las nuevas unidades de transporte
público que se importan deberán cumplir
un requisito fundamental, contar con el ascensor automático de accesibilidad.
El Consejo Nacional para la Atención de Personas con Discapacidad (CONADIS) es
el ente fiscalizador.
Transportarse
de un lugar a otro representa un natural desgaste de energía, que se duplica
para alguien con discapacidad física por la deficiencia que la limita
desenvolverse con normalidad y por las minusvalías externas que encuentra a su
paso. La accesibilidad a éste y tantos otros servicios requiere de una decidida
labor política.
Que
invierta tiempo y dinero en las auténticas necesidades humanas, que considere
en sus proyectos de desarrollo (educativo- empresarial-social-gubernamental) la
erradicación de esa cultura indolente o
máquina andante en lo que parece estar convirtiéndose la sociedad, que ejecute
las normas posibilitando a todos a Ser y a Sentirse Personas… en permanente
proceso de Humanización!!!
Involucrarse en la
problemática de la Persona con Discapacidad, es como viajar horas de horas
redescubriendo la humana capacidad (potenciada para colaborar, entregar, servir,
dar, pertenecer). Y aunque transportarse imaginariamente parezca una
fantasía, viajar por estos lares te
permite estar en otro sitio y a la vez dentro de tí mismo: “Es como ir a la
otra acera, y al llegar, encontrarte con tu propia esencia”.
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