viernes, 4 de octubre de 2013

5-mentarios





   



El impasse presupuestario de Estados Unidos ocupa la plana principal de la información en todo el mundo. Las divergencias entre el Senado (con mayoría demócrata) y Diputados (republicano) bloquean la aprobación de las cuentas públicas desde mayo pasado, cuando el gobierno de Obama se vio obligado a aplicar un ‘sequester’ -en referencia a la suspensión de los gastos por parte de las agencias estatales-, para no violar los topes de deuda pública que autoriza la legislación norteamericana.

La crisis fue esquivada por el hilo más delgado: los desembolsos destinados a numerosos programas sociales. Numerosos artículos, incluso en la prensa financiera, han dado cuenta del impacto de estas medidas en la acentuación de la pobreza de Estados Unidos. Los recortes afectaron el programa de “food stampos” (bonos alimentarios), que tenía un presupuesto de 40 mil millones de dólares. La deuda pública norteamericana es del orden del 120% del PBI -cerca de los 16 billones de dólares- solamente superada por las de Grecia (160%), Italia (135%), Japón (240%). Hay una diferencia, sin embargo, porque en el caso de Europa la tasa sube, principalmente, por la caída del PBI, en tanto que en Estados Unidos, el incremento obedece al crecimiento de la deuda bruta.


El parate de estos últimos días está relacionado con nuevos factores. Ocurre que el partido Republicano se niega a aprobar los gastos que contempla la reforma de la salud aprobada el año pasado, a la cual califica de “estatista” y “socialista”. La reforma, en realidad, no modifica un ápice el carácter privado de la provisión de salud en Estados Unidos, simplemente subsidia una parte de la atención para 48 millones de personas que se encuentran fuera de cualquier servicio médico. Bien mirada, representa una ampliación gigantesca del mercado de salud más caro del mundo, financiado por los usuarios, por un lado, y los contribuyentes, por el otro. Un intento del ex presidente Clinton, en 1995, para establecer un control de los costos de servicios médicos (gigantescamente inflados), acabó en una vergonzosa derrota. El objetivo de Clinton era abaratar los costos de las contribuciones a la salud que corresponden a las empresas y al Estado, y con esta mejorar la capacidad de competencia del capital norteamericano en el mercado mundial.

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