martes, 26 de agosto de 2014

Devuélvanme mi voto


Devuélvanme mi voto

Por Eduardo Gonzales V.



No me interesan las próximas elecciones. Me interesan las próximas generaciones. Me interesa el Perú que les dejaremos.
Vivo fuera de la patria, y muchos quieren saber cómo se ve la vida política del Perú desde lejos. Respondo por mí: No me interesan las próximas elecciones. Me interesan las próximas generaciones, las que están por venir. Me interesa el Perú que les dejaremos.
Y siento que lamentablemente no estamos haciendo historia sino viviendo elecciones periódicas en las que nada se decide. El porvenir permanece injusto, neoliberal e inmutable. Se acuerda solamente el porcentaje de poder que se repartirá entre los múltiples “partidos políticos”.

Uso las comillas porque la mayoría de ellos no pueden ser considerados como partidos de verdad. Carecen de ideología, organización y principios. Son una marejada de siglas que nada dicen y que solo expresan la conmovedora ignorancia de algunos o desenmascaran la ambición de otros para llegar primero al sitio donde “la plata llega sola.”
Unos y otros cambian de partido, y si no lo hacen, cambian el partido. Resultan elegidos luego de prometer mucho e incluso de jurar en nombre de una constitución que luego olvidan y depredan. En esas circunstancias, puede comprenderse la desesperación de los ciudadanos que frente al Congreso o la casa de gobierno, levantan los brazos y claman: señor Presidente, señores congresistas, devuélvannos nuestros votos.
Algunos peruanos que viven en el exterior se sienten alborozados por la cantidad de “malls” o por la abundancia de nuevos edificios. “Perú está prosperando”-dicen con regocijo culinario. Y, sin embargo, la desdicha esta allí enfrente. Nunca hubo tanta abundancia en este país, pero nunca hubo tampoco injusticia tan canibalesca ni tanta pobreza infamante.
Todo el tiempo, apenas llegó a Lima, el taxi me hace recorrer calles donde hay personas harapientas escarbando entre las bolsas de basura para tratar de hallar alguna comida sobrante o algún utensilio capaz de ser revendido en las tiendas del suelo.
Los taxistas me cuentan la historia de cómo fueron despedidos de la oficina o de la fábrica en la época de Fujimori.. De sol a sol conducen carros alquilados y trabajan entre 12 y 14 horas diarias para conseguir 10 dólares para la gasolina, 10 para el dueño del carro y 10 para llevar a casa. La mayor parte de los vehículos que ruedan por Lima son taxis.
En julio, los maestros recibirán un sueldo decenas de veces menor al que cobrará un congresista. Si encuentran un puesto, los jóvenes deben contentarse con un contrato provisional que expira en pocos meses y no confiere derechos sociales.
¿Y la jubilación? ¿y el reposo del guerrero? Esos lujos no existen en un país donde la mayor parte de las conquistas sociales fueron abolidas por una dictadura neoliberal que pretendía atraer de esa forma a los inversionistas.
Para desgracia de los peruanos, el modelo impuesto en esa época persiste y se le trata de imponer de maneras tan bárbaras como las que creíamos superadas.
Estas son observaciones personales, pero hay datos objetivos. De acuerdo con las Naciones Unidas, el índice de desarrollo humano del Perú se mantiene en el puesto 82. Chile, Cuba, Argentina, Uruguay y Venezuela se encuentran muy por encima. Ese índice mide la esperanza de vida, el promedio de años de escolaridad y el PBI per cápita del país. En un análisis, se pregunta el sociólogo Manuel Dammert en que puesto estaría el país si se incluyeran la precariedad laboral, el déficit de infraestructura y, por fin, la cobertura de salud y las pensiones.
El amor a la patria no se expresa con una gorra con cuernos rojiblancos para ir al estadio. Se revela, más bien, recordando los sueños de quienes la libertaron y fundaron, y luchando para que no la discriminación, sino el amor, ocupe esta tierra donde mañana volverán a soñar nuestros hijos y los hijos de nuestros amados hijos.

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