lunes, 27 de octubre de 2014

Réquiem por un partido




Por Eduardo Gonzáles Viaña


Los votos obtenidos por Enrique Cornejo en
Lima no fueron por el APRA, sino a pesar
del APRA y con gran pesar de Alan García,
el capitán del naufragio.
Apenas llegado a la patria, del aeropuerto
Lima-Callao volé al de Trujillo una semana
antes en las elecciones municipales. Me
contaron allí algunas anécdotas sobre la
campaña que se estaba desarrollando.
Según una de ellas, el candidato aprista a
la alcaldía provincial de Trujillo se había
presentado en un salón universitario colmado
de estudiantes de esa agrupación.
Luego de su discurso dijo que estaba dispuesto
a contestar las preguntas que se le
hicieran. Un joven levantó el brazo:
—Compañero, dígame: ¿qué significan las
siglas del APRA?

—Las siglas, las siglas… Bueno, al compañero
jefe le gustaban los juegos de palabras.
No se olviden que fue el que inventó
la palabra Trilce para su amigo, el poeta
César Vallejo. Trilce no tiene significado
alguno. APRA no significa nada.
Con dolor, debemos admitir que el ahora
derrotado candidato tenía razón. Las cifras
obtenidas en los comicios muestran el descalabro
de un gran partido. Incluso, Trujillo
que fue la cuna, es ahora la sepultura
de una esperanza.
Los votos obtenidos por Enrique Cornejo
en Lima no lo fueron para la agrupación
que representaba. Lo fueron a pesar de la
misma y con gran pesar de Alan García, el
hombre que capitanea este naufragio.
Al igual que Cornejo, hay otros excelentes
dirigentes y militantes que podrían haber
hecho un gran papel en las elecciones, pero
que fueron ninguneados por el comando
oficial. Ya lo habían sido en los gobiernos
anteriores de García, quien todo el tiempo
prefirió quitarse de encima a los militantes
puros y sinceros, y borrar del partido que
estaba refundando todo símbolo o señal de
la vieja agrupación revolucionaria.
Si Víctor Raúl Haya de la Torre tuvo un
enemigo, ese fue García. Su formidable vanidad
no le permitía compartir la gloria con
el fundador. Además, las antiguas ideas revolucionarias
y las románticas historias del
heroísmo de los compañeros le iban mal con el disfraz de estadista carnoso, serio
y moderno que ansiaba presentar ante los
dueños del país y las corporaciones extranjeras.
Durante el segundo gobierno de García -no
del APRA, insisto- se acuñó una denominación
que todavía sirve para justificar la prolongada
imposición neoliberal que padecemos.
Se puso el sambenito de “antisistema”
a toda persona o partido que se opusiera al
recorte de los derechos laborales, la sospechosa
privatización de todas las empresas
estatales y a la entrega sin condiciones de
nuestros recursos mineros.
“Antisistema” es una chapa peligrosa que
sirve para que una supuesta democracia
se convierta en una real tiranía neoliberal.
Antisistema y anti minero son calificaciones
a las que se puede añadir fácilmente
el apellido “terrorista”. De esa manera,
cualquier disidente puede sufrir cárcel de
forma expeditiva y sin muchas justificaciones
judiciales.
La facción que comanda al viejo partido
olvida que durante décadas el aprismo
fue la reserva moral del país. Sin aspirar
a ser alcaldes ni representantes, millares
de peruanos alzaron el pañuelo blanco y
proclamaron los principios del partido para
después sufrir la cárcel, la pobreza, la persecución y las ejecuciones sin juicio como
única compensación por su entrega a una
causa de libertad y justicia.
Como alguna vez lo he sostenido, eso no es
historia pasada. Muchos de los compañeros
ajenos a la facción de Alan García creen
que la catástrofe actual del partido no es
solo electoral, sino ética.
Por eso han fundado el Partido del Pueblo
y están reclutando militantes en uno y otro
lado del país. Suyas son las antiguas banderas
del aprismo y, sobre todo, el retorno
a esa extraordinaria leyenda de heroísmo y
moral que fue su partido.
Luis Alberto Salgado, Augusto Valqui Malpica,
Enrique Cox Cassinelli y Raúl Haya
de la Torre se encuentran entre sus dirigentes.
Tanto su propia acción como sus
apellidos demuestran su ancestro histórico.
—No, compañero -le respondieron al candidato
a la alcaldía Provincial de Trujillo-.
APRA significa Alianza Popular Revolucionaria
Americana.
Al parecer, los nuevos dirigentes del aprismo,
fracción garciísta, no tienen mucho
conocimiento de la historia. Según me han
contado, el candidato respondió:
—¿Revolucionaria? Eso debe ser un invento
de los comunistas, de los antisistema.

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