sábado, 9 de abril de 2016

PATIO DE LETRAS



Jose Watanabe

EL DEVOTO

En este profundo depósito
de catedral, hieráticos
como una triste cuadrilla de obreros de yeso
los santos esperan al restaurador.
En un altar y otro
fueron deteriorándose, atacados por las moscas,
las polillas y los abusos
de la fe.
Aquí ya no son San Francisco, San Valentín, San Judas,
cualquiera es cualquiera, bultos
humanos, desfigurados y sin nombre, esperando
al viejo restaurador
         que murió hace tiempo.
Estos anónimos
que fueron rezados, celebrados, contemplados
con infinita devoción
son ahora mis santos. Aquí soy el único fiel y el prelado.
Ante ellos me arrodillo
y rezo con mas solidaridad que fe.


Carlos Germán Belli

SEGREGACIÓN N. 1

Yo, mamá, mis dos hermanos
y muchos peruanitos
abrimos un hueco hondo, hondo,
donde nos guarecemos,
porque arriba todo tiene dueño,
todo está cerrado con llave,
sellado firmemente,
porque arriba todo tiene reserva:
la sombra del árbol, las flores,
los frutos, el techo, las ruedas,
el agua, los lápices,
y optamos por hundirnos
en el fondo de la tierra,
más abajo que nunca,
lejos, muy lejos de los dueños,
entre las patas de os animalitos,
porque arriba
hay algunos que manejan todo,
que escriben, que cantan, que bailan,
que hablan hermosamente
y nosotros rojos de vergüenza
tan sólo deseamos desaparecer
en pedacitos.


Martin Adan


—Yo quiero ser el que soy; y quiero no preguntarte, guitarra, porque soy otro que no atina a preguntarme. Bordonean las guitarras sutiles de los gañanes; y ya tira de su cuerda el bordoneo, implacable. —No te enamores de veras, que te querrán con puñales. Di que vas sin corazón; porque lo dejan sin sangre. Como el vilano a la luz, el corazón siempre arde. Como el vilano al viento, el corazón nunca cae. ¡Poesía, no me hiciste! ¡Soy más que tu verso grande! ¡El río se va a la mar, y yo me quedo acordándome!

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