domingo, 8 de mayo de 2016

Brasil a las puertas de un golpe


Es una campaña de la clase dominante que no acepta los avances democráticos de los presidentes  Lula y Rousseff


 Es un poco extraño que este nivel extremo de inestabilidad política haya recibido tan poca atención, dado que Brasil es el quinto país más poblado del mundo y la octava economía más grande, y todo lo que allí ocurra tendrá repercusiones para todo tipo de mercados y países, incluyendo Estados Unidos. La situación en Brasil en realidad es bastante complicada, mucho más de lo que la poca atención en los medios en EE.UU. ha sugerido. 

Los medios en EE.UU. han sugerido que millones de personas se han levantado en contra de un gobierno corrupto, y en cierto modo describe la situación como el enfrentamiento entre un pueblo heroico y un régimen corrupto de izquierda, casi tiránico. Y en muchos sentidos, eso es una simplificación excesiva; en muchos sentidos, es sencillamente incorrecto. Así que voy a explicar un par de puntos claves.

En primer lugar, la corrupción está ampliamente extendida entre la clase política brasileña y las esferas más altas de su clase económica. Esto ha sido así desde hace mucho tiempo. Y lo que ha sucedido es que las instituciones judiciales y policiales en Brasil han madurado. Hay que recordar que Brasil es una democracia muy joven. Salió de la dictadura militar en 1985. Y finalmente estas instituciones han madurado y están aplicando el Estado de derecho. Por primera vez, las élites políticas y económicas están teniendo que rendir cuentas por la severa corrupción política y económica. 
Recientemente se ha realizado una impresionante investigación judicial que se ha traducido en la detención y el enjuiciamiento de algunos de los personajes más ricos y poderosos del país, algo que nunca se vería en Estados Unidos: multimillonarios encarcelados por soborno, lavado de dinero, evasión fiscal y corrupción, y condenados a muchos años de prisión.
La corrupción es un fenómeno generalizado en toda facción política influyente en Brasil, incluyendo a todos los partidos políticos, también al Partido de los Trabajadores, el partido de izquierda al que pertenecen Lula y Dilma, la actual presidenta, pero, incluso en mayor medida, en los partidos de la oposición de centro y derecha que están tratando de reemplazar al gobierno. La corrupción es muy real. Recientemente se ha realizado una impresionante investigación judicial que se ha traducido en la detención y el enjuiciamiento de algunos de los personajes más ricos y poderosos del país, algo que nunca se vería en Estados Unidos: multimillonarios encarcelados por soborno, lavado de dinero, evasión fiscal y corrupción, y condenados a muchos años de prisión. Y prácticamente todo opositor político a la presidenta Rousseff está implicado en corrupción, al igual que muchas personas de su partido.

La ironía de esta corrupción generalizada es que la presidenta Rousseff es en realidad la única personalidad importante o uno de los pocos políticos significativos en Brasil que no está implicado en algún tipo de trama corrupta para su enriquecimiento personal.
Prácticamente todo el mundo alrededor de ella, incluyendo aquellos que quieren tirar abajo a su gobierno y la acusan de corrupción y la ponen en tela de juicio están implicados en tramas de corrupción para enriquecimiento personal. Ella es una de las únicas personas que no está implicada en ese tipo de cosas.

El problema es que al mismo tiempo que se está realizando esta masiva investigación sobre corrupción, el país está sufriendo una severa recesión económica como resultado de la bajada de los precios del gas, la contracción económica en China y otros factores. Hasta hace muy poco, hasta el 2008 y 2010, la economía de Brasil estaba en auge. El pueblo de ese país, incluyendo a los más pobres, pensó que sus perspectivas iban a mejorar finalmente, que la promesa anunciada por tanto tiempo de que Brasil iba a convertirse en una potencia desarrollada a nivel mundial iba a materializarse finalmente. Millones de personas salieron de la pobreza. Y esta recesión ha revertido todo aquello y ha impuesto nuevamente un gran sufrimiento, sobre todo entre los trabajadores y las clases más bajas de Brasil. Así que hay un gran descontento y rabia hacia la presidenta Rousseff y hacia su Partido de los Trabajadores debido al sufrimiento que la gente está experimentando en Brasil. Así que tenemos esta trama de corrupción y el escándalo y la investigación sobre la corrupción al mismo tiempo que un gran sufrimiento debido a la crisis económica.

En Brasil, hay facciones muy ricas y poderosas que han odiado por largo tiempo a Lula y a Dilma y al izquierdista Partido de los Trabajadores, y que no han sido capaces de derrotarlos en las urnas. El Partido de los Trabajadores ha ganado cuatro elecciones nacionales consecutivas, desde el 2002, cuando Lula fue elegido por primera vez. Por eso, lo que están haciendo es usar sus poderosas instituciones mediáticas, empezando por La red Globo, que es de lejos la institución mediática dominante y la más poderosa de Brasil, y que es administrada, al igual que los demás medios de comunicación importantes de Brasil, por familias muy adineradas que están utilizando el escándalo de la corrupción y utilizando la rabia hacia el gobierno para encolerizar a la gente y, esencialmente, sacar al Partido de los Trabajadores y a la presidenta Dilma Rousseff del poder, porque no pueden hacerlo mediante elecciones. 

Por eso están tratando de relacionar el escándalo de corrupción con el descontento que la gente siente por la crisis económica. Ese descontento es válido por el escándalo de la corrupción y por la investigación, incluso es válido dirigir ese descontento contra el Partido de los Trabajadores, pero al mismo tiempo lo que se está viendo ahora es, por desgracia, al poder judicial, que hasta ahora ha sido bastante escrupuloso respecto a su necesidad de ser apolítico, unido con los plutócratas de Brasil para lograr un resultado que en realidad es una subversión a la democracia, que está aprovechando el escándalo para sacar a la presidenta Rousseff del poder a través de un juicio político, a pesar de que no hay motivos legales o válidos para el enjuiciamiento como un medio para sacarla de su cargo.


GLENN GREENWALD: Periodista ganador del premio Pulitzer y reside en Brasil hace varios años

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