La
inversión privada constituye, por su innegable poder, es decir, por su
capacidad de influencia en el curso de los eventos, otro sector que podría
ayudar al gobierno de Pedro Pablo Kuczynski a compensar su debilidad ante un
Congreso dominado por el fujimorismo, especialmente si la pataleta post derrota
le dura a Fuerza Popular más de lo razonable.
Así
como una buena relación con la opinión pública puede ayudar a PPK en sus
batallas políticas contra la oposición fujimorista –como se explicó ayer en
esta columna–, la empresa privada también puede fortalecerlo.
Asustado
por la posibilidad de que el Frente Amplio de Verónika Mendoza pasara a la
segunda vuelta, el empresariado sintió que se le apareció la virgen cuando el
flash electoral de la primera vuelta señaló que los que seguían en carrera eran
Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski, es decir, dos candidatos ‘de derecha’.
Por
ello, al día siguiente de la primera vuelta, el 11 de abril, el mercado
bursátil peruano pegó un alza fuerte y las expectativas de la inversión privada
observaron una mejora sustantiva.
Pero
ahora ese escenario se empieza a oscurecer por la posibilidad de que el
fujimorismo lance desde el Congreso que controla una samaqueo intenso contra el
gobierno de PPK, mellando la gobernabilidad peruana.
Un
escenario como ese pondría en vilo al país ante la posibilidad de que la vida
política nacional se volviera un clásico entre la vacancia presidencial versus
la disolución del Congreso, lo cual constituiría un fenómeno absolutamente
adverso para el clima de negocios en el Perú.
El
empresariado está impregnado de un pragmatismo al que una oposición
abiertamente agresiva del fujimorismo contra el nuevo gobierno, le caería
bastante mal por su impacto negativo para la reactivación que se espera en la economía
peruana.
En
ese caso, es probable que el nuevo gobierno no solo recibiría el apoyo del
empresariado, sino que este buscaría la manera de hacerle llegar al fujimorismo
liderado por Keiko Fujimori algún tipo de mecanismo de presión con el fin de
revertir el rumbo de colisión en el que ella estaría entrando a la política
peruana del próximo lustro, arrastrando al descalabro a las empresas, sus
inversiones y –de paso– nada menos que al país.
Por lo demás, es evidente
que varios integrantes del alto mando fujimorista –incluyendo a su actual
secretario general José Chlimper–, así como no pocos integrantes de la bancada
parlamentaria de Fuerza Popular, son empresarios prominentes con una gran preocupación
por el futuro de sus propias inversiones.
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