domingo, 31 de marzo de 2013

César Vallejo : periodista paradigmático






NO SÓLO INFORMAR : MÁS ALLÁ DE LA NOTICIA


Por Wiston Orrillo (fragmento)

Sostenemos que Vallejo es un gran informador, que el viaje por sus artículos y crónicas nos permite, sin duda, adentrarnos por los vericuetos de la decisiva época que le tocó vivir (tanto en el Perú cuanto en Europa). Pero, a la vez, afirmamos que nuestro poeta no se queda en este (importante) aspecto: el de satisfacer el hambre informativa, el de cubrir una transcendente necesidad: la de estar informados sobre lo último de la literatura, el arte, la política, la ciencia, la moda, los deportes (y todo lo que ya vimos en el capítulo anterior).
No, el autor de Contra el secreto profesional, va, permanentemente, más allá de la noticia, trasciende la novedad de lo que nos está informando.
Hay siempre un metalenguaje utilizado por el poeta para situarnos en la capacidad (tan humana) de interpretar los sucesos en su exacta (y plural, polivalente) dimensión. Vamos, en este capítulo, a rastrear algunas de sus cimas.

Así, en la nota del autor a la edición española de Rusia en 1931. Reflexiones al pie del Kremlin, nos da una clave. Allí escribe:
"La vida de un individuo o de un país exige, para ser comprendida, puntos de vista dialécticos, criterios en movimiento. La trascendencia de un hecho reside menos en lo que él representa en un momento dado, que en lo que él representa como un potencial de otros hechos por venir." (1)
Vallejo comenta el Salón de Otoño. Hace, aquí, como es natural, una crítica de arte. Pero no se conforma con esto –luego de habernos, por cierto, llevado de la mano por los principales autores que exponen. En la mejor huella de un Baudelaire, igualmente buido crítico, el bardo peruano plantea toda una estética; y, mediante la profunda poesía de su lenguaje, llega hasta tocar las puertas de una explicación filosófica del mundo. Todo lo cual nos conduce hacia los propios cangi-lones creativos del autor de Poemas Humanos, para concluir planteando la posibilidad –hasta donde sabemos nunca hecha– de develar el misterio de su poesía. Mejor leámoslo:
"El fin del arte es elevar la vida, acentuando su naturaleza de eterno borrador. El arte descubre caminos, nunca metas. Encuentro aquí, en esta esencia horizontante del arte, toda una tienda de dilucidaciones estéticas que son mías en mí*), según dijo Rubén Darío, y que algún día he de plantear en pocas pizarras, como explicación –si esto es posible– de mi obra poética en castellano." (p. 17)
El periodista–poeta sabe penetrar –con vista hacia el futuro– en lo que hemos llamado un maccarthismo avant la lettre (al que se anticipa en más de cinco quinquenios). En su artículo: "Guitry, Flammarión, Mangin, Pierre Louys", con ironía se burla de aquello de endilgarle al soviet todos los complots:
"De lo que resulta que el soviet paga ahora todos los picantes. El complot de Sofía fue organizado por Moscú; se descubrió un proyecto de atentado contra Chamberlain en Londres, preparado por Moscú; en la guerra de Marruecos están las manos de Moscú; los nacionalistas de Montmartre cayeron al asalto de los agentes de Moscú; Moscú subleva a los kurdos contra Turquía…" (p. 43)
Vallejo nos enseña a leer este metalenguaje que utiliza la burguesía para desinformar, y para cumplir, en el caso presente, con alguna anticipación, aquel principio del fascismo informativo: "Miente, miente, miente, que algo queda".
En, por ejemplo, "El último discurso de Briand", el poeta nos ayuda a dilucidar lo que se esconde allende la cháchara de este representante de la burguesía. Somos entrenados en la salutífera tarea de leer entrelíneas:
"Briand, en vez de hablar en nombre de la ‘ética de las naciones’ y del ‘amor a la paz’, debía hablar en nombre de los hechos y conflictos económicos del momento..." (p. 390)
"En el fondo la diplomacia capitalista sabe que de lo que se trata siempre es de finanzas, en Ginebra como en Locarno, en Versailles y en todas las conferencias a las que se ha dado en acordar ‘Fines altamente morales de paz, de concordia y de cooperación’. La diplomacia capitalista trata siempre, en realidad, de conflictos e intereses económicos.
"Detrás de cada oración de Briand... suenan las cajas bancarias ávidas…"
Para concluir con esta soberbia muestra de su estilo, tan analítico, y tan bien escrito:
"El reciente discurso de Briand –tan celebrado y difundido en la prensa mundial– es de una sola pieza y en puridad de verdad, un auténtico capítulo de economía imperialista." (p. 391)
Otro gran poeta peruano, Alejandro Romualdo, digno heredero de Vallejo, escribió, alguna vez: "Llamen siempre a las cosas por sus nombres". Más de treinta años atrás, Vallejo había dicho:
"¿Por qué no se decide la diplomacia capitalista a llamar a las cosas por sus nombres, declarando al mundo que de lo que se trata en Ginebra es de intereses y actividades económicas o, más exactamente, capitalistas, y no como se pretende hacer creer del ‘derecho’, de la ‘justicia’, ni de la paz’". (Ibid.)
¡Qué actualísimo suena esto, traído al contexto de hoy, a la abrumadora desinformación de hoy! Vallejo sabe decodificar los sistemas de encubrimiento de los imperialismos, de aquellos que, por disputarse las presas económicas, recurren al eufemismo, pues, si se quitaran las caretas, si aparecieran tal como son, "equivaldría a la declaratoria de una nueva guerra" (la que de todos modos advino).
Según nuestro zahorí cronista:
"Se ha convenido en seguir ocultando lo que es una verdadera batalla económica, con el barniz irisado del ideal, del derecho, de la paz y otras metáforas morales." (p. 391)
Y concluye este artículo, esta pequeña obra maestra, con un ramalazo en el que se dan la mano el vate (el que vaticina) y el estudioso de la concepción científica del desarrollo social:
"Mientras tanto, las contradicciones económicas del capitalismo se agravan más y más y la futura guerra sigue preparándose." (Ibid.)
Es importante anotar que el artículo fue escrito en setiembre de 1929...

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