Con su tan prematura muerte, ¡a
los 55 años de fulgurante vida!, el
Perú, todos los peruanos y peruanas perdimos, sin lugar a dudas, a nuestro primer Premio Nobel de Literatura, pues desde
1979 Manuel Scorza Torre ya estaba entre los nominados a esa cima universal,
que con absoluta seguridad él hubiese alcanzado.
Por Jaime Guadalupe Bobadilla
MANUEL SCORZA
TORRE (Lima, 9 de setiembre de 1928) es una de las personalidades más
relevantes de nuestra Literatura; por tanto
tiene, con legítimo derecho, privilegiado lugar entre nuestros
escritores más trascendentales. Su estética es magistral, no solo por tan
singular construcción, por ser audaz e innovadora en sumo grado, sino porque, ante todo y de principio a fin,
es consustancial a la perenne, vivificante brega por un país superior, por un
mundo diferente. En él, forma y contenido, estilo e identidad alcanzan
dimensiones superlativas. Su descollante integralidad y excelencia, tanto en poética como en narrativa;
su inconmensurable contribución a la cultura y educación del país, junto a su ejemplar integridad ética y
política lo hacen, ahora y por siempre, verdaderamente insustituible. Por ello,
así como hasta hoy, la obra scorziana trascenderá al tiempo y las
circunstancias; renacerá siempre, pletórica de
intensidad y altura, de vitalidad
y vigencia. En síntesis: Manuel Scorza es poeta genial, genial novelista, visionario editor-promotor
cultural, y, a la vez, indoblegable
luchador social humanista.
Su poesía, de
la que el cambio social y el amor son
pilares inconmovibles, es una de las más elevadas de Perú y América Latina.
Está formada por Canto a los mineros de Bolivia - 1952; Las imprecaciones -
1956; Los adioses - 1960; Desengaños del Mago - 1961; Réquiem para un
gentilhombre / Elogio y despedida a Fernando Quíspez Asín - 1962; Cantar de
Túpac Amaru - 1969; El vals de los
reptiles - 1970; Lamentando que Hans Magnus Enzensberger no esté en Collobrièrs
- 1973; Palabras de Nicolás Centenario - 1977; A César Calvo
agradeciéndole que esté aquí - 1977.
Sus novelas,
antológicas todas, son Redoble por Rancas - 1970; Garabombo, el Invisible -
1972; El jinete insomne - 1977; Cantar de Agapito Robles - 1977; La tumba del
relámpago - 1979 -integrantes de la señera
pentalogía La guerra silenciosa-;
y La danza inmóvil - 1983. En ellas -¡traducidas a más de cuarenta idiomas!-,
Scorza ha enaltecido la persistencia y el heroísmo popular en la lucha por la justicia social y la liberación nacional.
En el complejo
y difícil ámbito de la
edición-promoción, y aún más cuando estas no tienen como objetivo mayor los
dividendos monetarios, es decir el mundano lucro, Manuel Scorza dio
vida, en el Perú y varios países de América Latina -¡cuando tenía 28 años!-, a
una de las más exitosas,
gravitantes e históricas cruzadas
culturales y educativas: los legendarios Festivales del Libro (1956, 1957,
1958) y
Populibros Peruanos (1960, 1961, 1962, 1963), únicas en su género, grandiosas realizaciones
aún no igualadas, y más si comparamos las cantidades de habitantes y los
avances tecnológicos de su época con la actual.
Los Festivales
del Libro eran colecciones con las obras más importantes de los mayores
literatos y pensadores de cada país y
del extranjero, en entregas de ocho o más títulos. En el Perú, fueron cinco
Festivales del Libro (un millón trescientos mil ejemplares en total); tres en
Venezuela (ochocientos cincuenta mil); dos en Colombia (setecientos cincuenta
mil); uno en Cuba (doscientos cincuenta mil -¡vendidos en diez días!-); uno en
Ecuador (ciento cincuenta mil); y un Festival del Libro Centroamericano
(doscientos mil).
En los aún más
protagónicos Populibros Peruanos llegó a publicar más de sesenta libros,
en ocho series de cinco y más títulos
cada una, con casos en que un libro estaba conformado por dos tomos, además de diez títulos individuales.
Aquí y en todos
los países en que aparecieron, todas, absolutamente todas las colecciones de
Festivales del Libro y Populibros Peruanos fueron adquiridas masivamente, se agotaban con
inusitada rapidez…
Estas
revolucionarias proezas scorzianas fueron decisivas para que los peruanos
fundacionales-universales, Inca Garcilaso de la Vega, Manuel González Prada,
José Carlos Mariátegui, César Vallejo, José María Arguedas sean realmente conocidos y valorados en su
propia patria, y también
internacionalmente; para posicionarlos irreversiblemente, es decir, y así como
era la meta de su ilustre autor, para hacerlos referentes imprescindibles del
pensamiento y el quehacer cultural y político del Perú. Por vez primera, Festivales del Libro y Populibros Peruanos pusieron sus obras
capitales en manos de la gente sencilla, de los hombres y mujeres de a pie, de
los trabajadores y la juventud; en suma, de todo nuestro pueblo.
No solo ello:
también consagraron a meritorios escritores e intelectuales del país: Ciro
Alegría -cuya nombradía se acrecentó-, Oswaldo Reynoso, Mario Vargas Llosa,
Julio Ramón Ribeyro, Sebastián Salazar Bondy, Juan José Vega, entre otros; al
igual que popularizaron entre nosotros a autores cumbres de otros países: Rubén
Darío, José Martí, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Pablo Neruda, Jorge Icaza, Gabriel García
Márquez, William Shakespeare, Oscar Wilde, Fiodor Dostoyevski, Anton Chejov,
Gustave Flaubert, Jean Paul Sartre, Edgar Allan Poe, Ernest Hemingway…
Para que
aquellas entregas fueran accesibles a las grandes mayorías, Manuel Scorza
obtuvo el auspicio económico e institucional de las principales empresas
públicas y privadas, ¡las hizo partícipes de estas memorables campañas
libertarias!, pensadas y edificadas para nuestra superación cultural, ética y política,
para que nuestras mentes y corazones se orienten a lo nuevo y elevado, a
lo colectivo y progresista, es
decir, al cambio social.
Por tanto, y
precisamente para fortalecer y ampliar, para potenciar aún más nuestra lucha
por superar este denigrante estado de cosas,
es ineludible y primerísima responsabilidad nuestra lograr que, cuanto
antes, el Estado y sus sucesivos Gobiernos, en particular los Ministerios de
Cultura, de Educación y de Economía y Finanzas, o también a través
de alianzas realmente estratégicas entre instituciones públicas y entidades
privadas con sensibilidad social, asuman
y continúen esta monumental visión-misión
social, cultural y política
liberadora que Manuel Scorza nos legó.
También fue
excelente periodista: lo demuestran todos sus reportajes, especialmente desde
Europa. Y su talento de acucioso investigador antropológico, historiográfico y
sociológico se manifiesta en el brillante, imprescindible ensayo Literatura: Primer territorio libre de
América.
La tenaz e inclaudicable forja de su obra le
valió merecidos reconocimientos. Entre estos, en 1955, ¡los tres primeros
lugares! de los Juegos Florales Internacionales por el Cuarto Centenario de la
Universidad Nacional de México, cuando estaba deportado en aquel país por la
nefasta dictadura odriísta.
Ahí
también, en junio de 1954, renunció
pública e irrevocablemente al partido aprista, mediante Good bye, mister Haya,
valerosa carta abierta antiimperialista,
irrefutable interpelación que también hoy exhibe, incólume, su integral
validez; categórico manifiesto con el que formalizó su pertenencia - ¡hasta el
fin!- a la izquierda revolucionaria, socialista.
En 1956, de
retorno al Perú, se le otorgó el Premio
Nacional de Poesía por Las imprecaciones. En 1971 fue finalista del Premio
Internacional Planeta por la mundialmente célebre Redoble por Rancas. En realidad, el primer lugar le
fue negado deliberadamente, como categóricamente afirman todos los que conocen esta arbitrariedad, la
que, por cierto, también es otro mérito para él y su monumental novela.
Acudir a la poética y narrativa de Manuel Scorza es imperativo para ser - ¡y seguir siendo!-
hombres humanos, sobre todo en esta
nefasta era de postración moral y regresión mental. Sus libros -¡protestas vivientes contra esta absurda situación!- son magníficos espacios de deleite e
inspiración con la palabra y la imagen, e inagotables fuentes de convicción
para ejercer, personal y colectivamente, nuestro derecho humano esencial: hacer
realidad una sociedad distinta, un Perú mejor.
¡Qué
irreparable pérdida fue su trágico deceso!, aquel aciago 27 de noviembre de
1983, en el accidente del Aeropuerto de
Barajas - Madrid, cuando retornaba desde París a residir definitivamente
con nosotros -tras una breve escala en Bogotá, donde expondría en un encuentro
de escritores latinoamericanos-, para seguir cumpliendo, ahora in situ, su leal e irrenunciable compromiso de militante-dirigente de la gesta por un
nuevo Perú en aquellos turbulentos años.
Y así como
vivió, su sepelio también fue fervoroso, tremolante, multitudinario: ¡un
acontecimiento de consternación nacional e internacional! Por esta desgracia,
el Perú, todos los peruanos y peruanas perdimos, sin lugar a dudas, a
nuestro primer Premio Nobel de
Literatura, pues desde 1979 Manuel Scorza Torre ya estaba entre los nominados a
esa cima universal, que con absoluta seguridad él hubiese alcanzado.
Precisamente
porque constituyen, en sinérgica unidad, cumbres de arte literario y
apasionada, enfática convocatoria a transformar este orden social decadente, la
poesía, novelística y edición-promoción
cultural de Manuel Scorza enfrentan el infame complot del silencio y la
distorsión del sistema subdesarrollado
que padecemos -¡aunque felizmente existen instituciones que lo perduran!-; y
desafían, asimismo, la perversa exclusión del elitista universo
mediático, así como de la crítica
literaria cobarde y sectaria, salvo honrosos periodistas, críticos y medios que
relievan su inmensa valía y permanente actualidad. Manuel Scorza hunde sus
fibras de creador eminente y adalid de las causas justas en nuestras
inquebrantables voluntades de patria y
soberanía, de justicia, democracia y libertad.
Por tanto,
para nosotros, para nuestro pueblo y su
destino histórico, Manuel Scorza y su multifacética obra invariablemente
serán lo que son: clásicos de la Literatura nacional-continental-universal;
triunfales heraldos de un Perú nuevo en un Mundo nuevo, de todos para todos.
Hermanas,
hermanos: También en 2013, y más porque es el año del 85 y del 30 aniversarios
de su nacimiento y partida -¡jubilosos por su entrañable presencia y palpitante
actualidad!-, llenémonos de orgullo y dignidad al conmemorar, con las más
sentidas admiración y gratitud, a Manuel Scorza, a nuestro hermano mayor y compatriota
líder por siempre, victorioso abanderado de la vida y el Perú que anhelamos.
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