Por Carlos Bernales
Hace 12
años, dos de los emblemáticos edificios de la ciudad de Nueva York fueron
colapsados ocasionando una retaliación que ha significado igual número de años
de muerte y dolor especialmente para seres inocentes de Afganistán e Irak,
cuyos niños, madres y ancianos han dejado la vida en bombardeos que lejos de
lograr paz y tranquilidad para el mundo, solo han incrementado unas cuotas de
dolor que solo los pueblos las sufren.
El premio Nobel de la Paz, Barack Obama, administrador
del más poderoso imperio militar de la historia, por si fuera poco lo actuado,
amenaza ahora con bombardear las principales ciudades de Siria, sin ocultar que
la verdadera intención no es deponer a su gobernante, Bashar al Assad, sino
castigar sus fuerzas. Por experiencia histórica sabemos que ese castigo llegará
solamente a los de abajo.
Por ello, las lágrimas de cocodrilo que se
derraman en Washington, respecto del 9-11 de Nueva York, solo pueden provocar
repudio, porque ofenden no solo a los pueblos árabes cuya sangre se derrama
cada día sin cesar, sino porque también se encarroña la memoria de las víctimas
inocentes que quedaron sepultadas bajo los escombros de las torres del
desaparecido World Trade Center.
Pero hay otro 11 de septiembre
Que tampoco se olvida y que condena a los mismos
que hoy siguen amenazando al mundo: el cruento Golpe de Estado en Chile y el
asesinato de Allende.
Las jóvenes generaciones que sienten, en Chile y
en el mundo entero, los reflejos de un trauma aun no superado, merecen que se
recuerde con exactitud lo que pasó, porque aun hay quienes insisten en que el
socialismo por el que Allende luchó y derramó su sangre, puede alcanzarse
fácilmente por vía de las urnas.
Lamentablemente, no es así. La historia nos
revela que en Chile ni siquiera fue fácil construir la democracia que hizo
posible que la izquierda democrático-popular,
alcanzara niveles de poder. La candidatura de Allende adquirió fuerza
gracias a una larga lucha, iniciada por Luis Emilio Recabarren, en que la
imaginación de los trabajadores chilenos fue ganada hacia la idea de igualdad
social posible solo en el socialismo.
Al llegar
Allende al poder, por la alianza de izquierda, Unidad Popular, las cosas no
fueron fáciles para el gobierno socialista. Desde Washington la conspiración se
puso en marcha bajo las órdenes directas del premio Nobel de la paz, Henry
Kissinger. Para provocar un golpe de Estado, contando con el apoyo de la CIA,
se asesina al comandante en Jefe del ejército, general René Schneider, partidario
de subordinar el poder militar al civil. Al no lograrlo, pasaron al plan B:
hundir la economía del país para quitar el respaldo popular al flamante
gobierno.
Las fábricas dejaron de producir. Los
distribuidores escondieron los principales productos de la canasta familiar,
bandas de matones eran orientadas a provocar y enfrentar a los trabajadores.
Así, cundió la escasez y, con ello, una imparable inflación que traía abajo los
esfuerzos del gobierno por mejorar los ingresos de los chilenos. Todo ello bajo
una violenta reacción a los intentos reformistas que se proponían en el
congreso en el que la minoría allendista era permanentemente boicoteada por una
alianza entre los partidarios de la extrema derecha con el centrista partido
demócrata cristiano.
Los soviets chilenos: Cordones Industriales
La respuesta popular no se dejó esperar. A los
cierres de fábrica siguieron las tomas de éstas por los propios trabajadores
que llamaban a los pobladores de los barrios aledaños a participar de esta
conquista. Es así como surgieron los Cordones Industriales que funcionaron como
los soviets en Rusia. El poder dual, es decir el poder paralelo de los de abajo
había empezado a construirse y operaba eficazmente en el control de las
fábricas y de algunos medios de distribución tomados.
Por su parte, el gobierno profundizó medidas de
reforma agraria que el gobierno anterior había realizado con mucha timidez,
asimismo, estatizó algunas empresas básicas y nacionalizó el cobre sin pagar la
indemnización que reclamaba EEUU.
Lejos de aislar al gobierno, con el boicot
económico y las acciones terroristas de grupos ultraderechistas que dinamitaron
torres y vías de ferrocarril, las elecciones parlamentarias de 1971 y las
municipales en 1973 le dieron un sabor de triunfo a la Unidad Popular.
Para EEUU y la derecha chilena ya no quedaba
otro recurso que el golpe de Estado y el escarmiento a la población civil que
había confiado en Allende. El 11 de septiembre de 1973, las acciones dirigidas
por Pinochet y su comando militar, acabará con la vida de Allende, dicen que se
suicidó pero aun si fuera eso cierto la causa que lo provocó, apunta a las
intenciones criminales de los golpistas, a quienes no convenía dejarlo con
vida.
La pregunta clave que surge de esta experiencia
es…
¿Dejarán los capitalistas en alguna parte del
mundo, que triunfe un gobierno socialista que intente cumplir la promesa de
poner fuera de ley la propiedad privada de los medios de producción, que es la
condición que causa la desigualdad social, la miseria económica y la
infelicidad de la mayoría de los seres humanos que pueblan el planeta?
Luego de acabar con la “vía chilena al
socialismo”, el capitalismo imperialista no detuvo su caravana de la muerte:
armaron a los “contras” con dinero del narcotráfico para liquidar la revolución
sandinista, invadieron Granada, originaron la guerra en los Balcanes, hoy están
arrasando a los países árabes… casi no hay continente que se haya salvado de
una intervención imperial. ¿Se puede, entonces, seguir pensando en una victoria
electoral que posibilite que los capitalistas se retiren de la historia
fácilmente?
Pero como es que los reformistas…
Cierto es que, los capitalistas imperiales han
permitido un Hugo Chávez, en Venezuela, Lula, hoy Rousseff, en Brasil, luego Evo Morales en
Bolivia, al exguerrillero José Mujica, en Uruguay, Rafael Correa en Ecuador,
pero es que acaso en alguno de estos países se ha puesto fin al capitalismo.
¿No es cierto de que, en el mejor de los casos, apenas se ha revivido el
capitalismo de Estado, un producto de fin de la II Guerra Mundial y que las
desigualdades sociales y económicas imperan en esos países, migajas más migajas
menos?
¿No es cierto, también, que candidaturas como
Ollanta Humala en el Perú, que ofreció una “gran transformación”, como antes
Lucio Gutiérrez en el Ecuador, fueron rápidamente domesticadas y al llegar al
gobierno no hicieron otro que traicionar a los ingenuos que creyeron en el
mesianismo de tales líderes?
El caso es que la democracia electoral, que es
lo único que ofrecen los capitalistas, hasta que se aburren y vuelven a los
golpes de Estado (Venezuela, Honduras, Paraguay), es una trampa. Quienes se
creen traicionados por Ollanta, o Correa, o Bachelet, o Morales, o son
ingenuos, o cínicos. Pues la trampa consiste en que los personajes mencionados
nunca hicieron otra cosa que postularse como candidatos para administrar el
Estado burgués de los capitalistas neoliberales modelados por constituciones
elaboradas por Pinochet, en Chile, o por Montesinos-Fujimori, en Perú.
Los próximos candidatos, tanto en Chile como en
Perú, que afirman pertenecer a la izquierda van a lo mismo, a disputar la
administración de ese Estado, y van a mostrarse, como Susana Villarán, Ollanta
o Bachelet, que ellos lo pueden hacer como cualquier candidato neoliberal. Esa
es la izquierda del bloque democrático-popular.
Aunque diezmado y reducido, el Bloque Socialista
que fundara Mariátegui que definiera muy bien en su polémica contra Haya de la
Torre, verdadero creador del bloque democrático popular, debe reconstruirse
porque…
No nos engañemos, el pueblo merece estar
concientemente advertido de lo que los capitalistas son capaces de hacer para
no perder el privilegio de ser el 1% de la población mundial que se ha
apoderado de los recursos del planeta y de las riquezas que produce el 99% de
la población trabajadora.
Gloria a Allende,
sobre todo a la lección que nos dejó, de que el reformismo solo conduce a la
derrota, porque las revoluciones a medias se ahogan en su propia sangre.
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