sábado, 7 de septiembre de 2013

Política y deporte, el neoliberalismo nos aleja una vez más del mundial








Cuando aparezcan estas líneas, la tensión por el partido Perú-Uruguay estará, sin duda, en su punto más alto. Ya no importa si ganamos o perdemos, cualquiera que fuese el resultado, seguiremos cantando “un fracaso más, qué importa...”
La verdad, si nos ponemos una mano en el pecho, es que el Perú, como equipo de fútbol, no merece llegar al mundial del Brasil. Por mucho que esos sean nuestros deseos.
Es que la forma como se practica el deporte en el Perú y no sólo el fútbol, sigue una lógica determinada por el sistema liberal, derrotista que, como pensamiento único, domina todas las actividades humanas en el país de nuestros amores.


Autogol desde el Estado

Así como durante la época fujimorista se fabricaron crisis en las empresas estatales para hacerlas aparecer como ineficientes para luego rematarlas y sin que hubiese cambio empresarial alguno, en manos de los nuevos dueños, las corporaciones privadas, aparecían, de la noche a la mañana como exitosas, así sucede en el deporte. Especialmente, en el fútbol.
Esa y no otra es la razón por la que algunos comentaristas políticos como Aldo M. hacen fiestas con cada fracaso futbolístico, para de inmediato insistir en que eso no pasaría si el fútbol en lugar de organizarce comunalmente, se privatizara y pasara a engrosar las ganancias de los potentados.
¿Será cierto eso? México ha privatizado su fútbol y solo ha pasado a ser una potencia...  publicitaria, en manos de Univisión.
Y no porque los mexicanos no tengan la potencialidad suficientemente para pasar a mejores condiciones. Lo que aquí se trata es de observar que en la disyuntiva de estar organizados colectivamente o como empresa privada, el deporte solo alcanza éxitos como expresión popular.

La era Didí y el Mundialito del Porvenir

El Perú tuvo un importante avance cuando Waldir Pereyra, Didí, estuvo a cargo de la selección peruana. Con una visión popular, Didí llegó hasta las canchas humildes en busca de talentos. Por ejemplo el Mundialito del Primero de Mayo que se juega en las pistas del otrora Barrio obrero El Porvenir.
Iniciado en los años 50, cuando en el recientemente inaugurado estadio de Maracaná se jugada el Mundial, el Porvenir se convirtió en el Maracaná de un pueblo.
Entusiasmados por el triunfo del equipo uruguayo en canchas brasileñas, los victorianos Emilio “Cheme” Chávez, Mario Chávez y Jorge Falla organizaron el primer Mundialito en el que participaron ocho equipos sin uniformes. Ataviados con pantalones y zapatillas de lona, los equipos rivales se distinguían porque unos vestían chompa y los otros mostraban el dorso desnudo.

Contra viento y marea

El primer Mundialito se jugó a salto de mata. Los peloteros eran perseguidos por la Policía, ya que en los años 50, durante el gobierno de Manuel A. Odría, jugar el deporte rey en las calles estaba prohibido.
Solo la tenacidad logró que el Defensor Leoncio Prado se coronara campeón del primer Mundialito, obteniendo como premio la propia pelota de jebe con la que se disputó el campeonato. Los pioneros del fútbol callejero sudaban la camiseta por amor al deporte. Todo un ejemplo que se ha perdido en el tiempo.
Una de las anécdotas más curiosas la protagonizó Jorge Falla, fundador del torneo. En una oportunidad, la Policía suspendió el partido y se llevó preso a Falla. Unos cuatro mil vecinos, más jugadores y árbitros, hicieron un mitin y marcharon hasta la comisaría del distrito.
Para cuando llegaron al despacho policial, el propio Jorge Falla ya había convencido al comisario de que les permitiera realizar el campeonato, e incluso lo invitó al play de honor.
De allí salieron destacadas figuras como  el Cholo Sotil, Teófilo Cubillas y Julio Baylón, quienes entonces defendían los colores de Laboratorios Drowa. Al verlos, Didí supo que había encontrado el hilo de la madeja. Fue esa visión colectivista la que nos llevó al mundial.
Ese silenciado concepto colectivista, contiene la verdadera esencia de lo que podría ser el deporte peruano. No sólo el fútbol. Pero mientras quieran privatizarlo, los autogoles contra las esperanzas de triunfo del pueblo, no cesarán. El neoliberalismo capitalista es solo el gran organizador de las derrotas populares.

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