viernes, 4 de octubre de 2013

Caminante… ¿no hay camino?



  



Por Rosa Maria Contreras



Están las personas preparadas para afrontar la noticia de perder (ellos o un familiar) una de sus facultades físicas o sensoriales debido a una  malformación congénita, enfermedad irreversible o un accidente? Una rápida encuesta aleatoria demuestra que “todos reaccionan diferente”.  
Saberse en desventaja para realizar las actividades, suscita diversas reacciones que se expresan según cada personalidad, y se manifiestan en tres etapas: de Negación, Aceptación, y Resignación. Hablemos hoy del primer momento por el que pasa toda Persona con discapacidad congénita, heredada o adquirida; de la Negación: 
Se encuentra en el tiempo de absurda lucha entre pensamientos y emociones que le impiden discernir con coherencia. Como amuleto mental la pregunta “¿y a mí por qué” nunca encuentra respuestas liberadoras. Aun desconoce la efectividad del “¿y a mí para qué?”.  Niega su presente, y al re-negarlo se pone de mal genio.
Se resiste a la realidad y culpa a otros de su “desgracia”. Se limita a comparar el pasado con el presente, que le impiden avisorar el futuro. Da rienda suelta a pensamientos de inutilidad, y es auto generador de adrenalina que ataca su sistema óseo-muscular al punto de disminuir sus defensas y fortaleza externa.   

¿Están las estructuras sociales del mundo preparadas para instruir a la gente sobre cómmo adaptarse y superarse de una discapacidad? ¿Cuentan con un adecuado personal que planifique e incluya en sus proyectos, respuestas a las reales necesidades humanas?  ¿Difunden sus planes y proyectos, hacia todos los sectores sociales?
Hay países que enrostran su labor con leyes que especifican atender ¡ya! a las necesidades materiales, gracias a la alta atecnología. A simple vista, parece ser que todos tienen de todo… donde nadie requiere de nadie; limitándose así la posibilidad de intercambiar experiencias humanas. De contraste, en países subdesarrollados emergen, entre el hambre e incertidumbre, la solidaridad, comprensión y unidad, arraigados en costumbres ancestrales: La disparidad de bienes humanos y tecnológicos entre continentes es sorprendente.
Que las leyes externas no sean arma de doble filo para la conciencia. Que el deseo de compañerismo e igualdad, continúen siendo prioritaria necesidad de fortalecimiento implícito en toda persona, (aunque no estén consientes de ello) ya que es el único medio capaz de cimentar las bases de una vida plena en el futuro, cercano.
La discapacidad en el mundo, es una realidad de la que nadie escapa. Urge responsabilidad preventiva para entenderla, decisión inmediata para considerarla, y acogida para aprender a convivir con ella. La sabiduría de los años, la firmeza de pensamiento ágil, y la actitud de cambio brindan la certeza de estar pisando la tierra prometida: Seguir laborando para erradicar la cultura de la indolencia, es respuesta clara al llamado de la conciencia.
De no encontrar al “especialista” que induzca a superar una discapacidad (incluyendo al encierro discapacitante al que muchas veces el sistema somete) es deber individual -más aun, colectivo-  dirigir la fiesta y cantar. “Amigo, si aun no encontró el camino… hoy es el día para echar sus primeros pasos, y hacer camino al andar”.    

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