En el Perú es
vox populi que quien gobierna en el Palacio de Pizarro no es Ollanta Humala
sinó la señora Nadine Heredia, lo que convertiría en los hechos al presidente
en primera dama.
Con perdón del
movimiento travesti, cuyos derechos Páginas Libres defiende, en
el Perú estamos ante un caso de travestismo político.
El hecho de que
Ollanta Humala haya escapado a la pregunta de los periodistas respecto a su
posición ante la ley de Unión Civil, presentada por el congresista Carlos
Bruce, podría ser interpretado por los sicoanalistas como el de un hombre que
huye de su realidad.
Pero dejemos la
sicología en paz, que ante Ollanta estamos ante un caso de ética política. Un
político que miente al pueblo prometiéndole cosas que no va a cumplir es un
mendaz.
Un político que
cambia sus postulados políticos que lo acercan al pueblo y asume y defiende el
programa de los enemigos del pueblo es simple y llanamente un traidor.
Aunque en
defensa de la verdad, se debe señalar que Ollanta fue siempre un personaje
ambiguo, nunca tomó partido en el viejo debate entre izquierda y derecha. El
decía que esos eran viejos esquemas y que estaba definitivamente con “los de
abajo”.
En su
geografía, posiblemente eso significaba estar debajo de la mesa de la Confiep
que es ahora la que le dicta como gobernar, y la que le impone sus ministros.
Cierto que con
la Keiko estaríamos peor, pero la pregunta es, ¿Debemos seguir creyendo en que
lo único posible es esta “democracia representativa”?
En fin, lo
interesante en todo caso, no es si gobierna Humala o Nadine, sinó para quien se
gobierna y lo real es que este par de travestis que pernocta en Palacio,
pasarán a la historia como un par de advenedizos cuyo recuerdo tendrá que
recogerse del basurero de la memoria colectiva.
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