MAGNOLIA
GUSTAVO ARMIJOS
A
Sofía Madrid
Más acá del amor que fragmentado está en tu existencia
dirás ahora como lo transparente ha podido
ocultar un ramillete de flores
una mirada vidriada, ciega de palabras y entregada
como la yerba a las aves.
Magnolia, una voz incalculable como muralla vacía
vocifera el cariño prodigioso
muerto a la distancia.
Ni el sueño devorará la memoria
Ni el triste monólogo salvará tu nostalgia
Ni el sumergirte en aquella frontera clamando los espejos
para poder apreciarte han de calmar la conciliación.
Enérvate en el escenario que nos ha brindado
los mercaderes de la vida
ayúdame a olvidar lo que no pudo ser
y fue una larga espera.
Humedecido por el sudor de los muros donde se perderá
tu extraña delgadez, pasando noches y días
tratando de apoderarme de tu sangre convertida en vino
hasta que un delirio se fue apoderando de mi ternura
y tu aliento puro devoraba mi inocencia.
dirás ahora como lo transparente ha podido
ocultar un ramillete de flores
una mirada vidriada, ciega de palabras y entregada
como la yerba a las aves.
Magnolia, una voz incalculable como muralla vacía
vocifera el cariño prodigioso
muerto a la distancia.
Ni el sueño devorará la memoria
Ni el triste monólogo salvará tu nostalgia
Ni el sumergirte en aquella frontera clamando los espejos
para poder apreciarte han de calmar la conciliación.
Enérvate en el escenario que nos ha brindado
los mercaderes de la vida
ayúdame a olvidar lo que no pudo ser
y fue una larga espera.
Humedecido por el sudor de los muros donde se perderá
tu extraña delgadez, pasando noches y días
tratando de apoderarme de tu sangre convertida en vino
hasta que un delirio se fue apoderando de mi ternura
y tu aliento puro devoraba mi inocencia.
LA CASA LLENA DE UN VACIO
Filonino Catalina
Tu casa será la misma
casa
con el mismo color triste en su fachada
no tendrá
la flor parecida a tus pies que quise sembrar a la entrada
Tu casa será la misma casa
Y yo me quedaré con las ganas
de verte llena como la luna (desnuda y solitaria)
de besar el dedo gordo de tus pies
y luego ver
como cubres con sólo tu sonrisa el mundo
Tu casa será la misma casa
sin mi locura diaria
sin el alboroto de los hijos que no tendremos
sin la rosa que quise regalarte en febrero
Tu casa será la misma casa
y yo me quedaré con las ganas
de sorprender tus labios por las mañanas
de gritarte con dulzura y enojarme
sólo por el gusto de reconciliarme
Tu casa será la misma casa
y para siempre será
la tristeza con la que marcho
esta tristeza de que no tengas mi corazón para remendarlo
con vientos de siempre
con hojas de invierno
pero con los cinco pétalos de la flor que fragmentado está en tu existencia.
con el mismo color triste en su fachada
no tendrá
la flor parecida a tus pies que quise sembrar a la entrada
Tu casa será la misma casa
Y yo me quedaré con las ganas
de verte llena como la luna (desnuda y solitaria)
de besar el dedo gordo de tus pies
y luego ver
como cubres con sólo tu sonrisa el mundo
Tu casa será la misma casa
sin mi locura diaria
sin el alboroto de los hijos que no tendremos
sin la rosa que quise regalarte en febrero
Tu casa será la misma casa
y yo me quedaré con las ganas
de sorprender tus labios por las mañanas
de gritarte con dulzura y enojarme
sólo por el gusto de reconciliarme
Tu casa será la misma casa
y para siempre será
la tristeza con la que marcho
esta tristeza de que no tengas mi corazón para remendarlo
con vientos de siempre
con hojas de invierno
pero con los cinco pétalos de la flor que fragmentado está en tu existencia.
A OTRA COSA
Alejandro Romualdo
Basta ya de agonía. No me importa
la soledad, la angustia ni la nada.
Estoy harto de escombros y de sombras.
Quiero salir al sol. Verle la cara
al mundo. Y a la vida que me toca,
quiero salir, al son de una campana
que eche a volar olivos y palomas.
Y ponerme, después, a ver qué pasa
con tanto amor. Abrir una alborada
de paz, en paz con todos los mortales,
Y penetre el amor en las entrañas
del mundo. Y hágase la luz a mares.
Déjense de sollozos y peleen
para que los señores sean hombres.
Tuérzanle el llanto a la melancolía.
Llamen siempre a las cosas por su nombres.
Avívense la vida. Dense prisa.
Esta es la realidad. Y esta es la hora
de acabar de llorar mustios collados,
campos de soledad. ¡A otra cosa!
Basta ya de gemidos. No me importa
la soledad de nadie. Tengo ganas
de ir por el sol. Y al aire de este mundo
abrir, de paz en paz, una esperanza
CONFIDENCIA EN ALTA VOZ
Sebastian Salazar
Bondy
Pertenezco a una raza
sentimental,
a una patria fatigada por sus penas,
a una tierra cuyas flores culminan al anochecer,
pero amo mis desventuras,
tengo mi orgullo, doy vivas a la vida bajo este cielo mortal
y soy como una nave que avanza hacia una isla de fuego.
Pertenezco a muchas gentes y soy libre,
me levanto como el alba desde las últimas tinieblas,
doy luz a un vasto campo de silencio y oros,
sol nuevo, nueva dicha, aparición imperiosa
que cae horas después en un lecho de pesadillas.
Escribo, como ven, y corro por las calles,
protesto y arrastro los grillos del descontento
que a veces son alas en los pies,
plumas al viento que surcan un azul oscuro,
pero puedo quedarme quieto, puedo renunciar,
puedo tener como cualquiera un miedo terrible,
porque cometo errores y el aire me falta
como me faltan el pecado, el pan, la risa, tantas cosas.
El tiempo es implacable como un número creciente
y comprendo que se suma en mi frente, en mis manos,
en mis hombros, como un fardo,
y pertenezco al tiempo, a los documentos, a mi raza y mi país,
y cuando lo digo en el papel, cuando lo confieso,
tengo ganas de que todos lo sepan y lloren conmigo.
a una patria fatigada por sus penas,
a una tierra cuyas flores culminan al anochecer,
pero amo mis desventuras,
tengo mi orgullo, doy vivas a la vida bajo este cielo mortal
y soy como una nave que avanza hacia una isla de fuego.
Pertenezco a muchas gentes y soy libre,
me levanto como el alba desde las últimas tinieblas,
doy luz a un vasto campo de silencio y oros,
sol nuevo, nueva dicha, aparición imperiosa
que cae horas después en un lecho de pesadillas.
Escribo, como ven, y corro por las calles,
protesto y arrastro los grillos del descontento
que a veces son alas en los pies,
plumas al viento que surcan un azul oscuro,
pero puedo quedarme quieto, puedo renunciar,
puedo tener como cualquiera un miedo terrible,
porque cometo errores y el aire me falta
como me faltan el pecado, el pan, la risa, tantas cosas.
El tiempo es implacable como un número creciente
y comprendo que se suma en mi frente, en mis manos,
en mis hombros, como un fardo,
y pertenezco al tiempo, a los documentos, a mi raza y mi país,
y cuando lo digo en el papel, cuando lo confieso,
tengo ganas de que todos lo sepan y lloren conmigo.
Cesar Vallejo
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
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