lunes, 16 de junio de 2014

Acerca de la corrupción




Por Raul Wiener


En el mismo momento en que usted me está leyendo es probable que muy cerca de su casa se estén reuniendo un grupo de personas para lanzar algún candidato. ¿De qué podrían estar discutiendo? Casi seguro de las condiciones necesarias para tener éxito: alguien que puede ganar por ser conocido, tener algún negocio visible, haber ocupado cargos públicos; uno o más empresarios que pueden pagar la campaña y que su único e inofensivo interés es mantenerse en la lista de proveedores; un grupo de campaña que puede mover a la gente. También está el tema de la inscripción: si se va con la de algún partido o movimiento local que ya está inscrito. Y, puede ser que se hable del lema y de los asuntos de propaganda.

Este mecanismo ya ha estado funcionando, con toda certeza, hace meses y se reproduce de acuerdo a las condiciones en los niveles distritales, provinciales y regionales. Pero hay otras variantes, por ejemplo, los candidatos con ventaja en las encuestas que están pidiendo dinero por formar parte de las listas; los líderes sociales y vecinales que son tentados a entrar en los cargos de regidores o consejeros con grupos con los que nunca tuvieron relación pero que tienen candidato y dinero.  Nadie, por supuesto, está discutiendo de programas o proyectos políticos, porque de eso no se trata, sino de ganar la elección y después veremos. Más o menos de esta forma es la política de hoy en el Perú.

El telón de fondo de estos afanes no puede ser, sin embargo, más significativo: presidentes regionales presos, con orden de captura, investigados a lo que también los quieren meter adentro, alcaldes intervenidos, cuentas de gobiernos bloqueadas, etc.  Y una aplastante secuencia de noticias que nos trasmite la idea de que en todos lados hay manejos corruptos de recursos públicos, peleas y denuncias entre personas que antes eran aliados. ¿Y tiene algo que ver lo dicho más arriba con este contexto dramático? Obviamente que sí, porque todas las asociaciones de las que hablamos tienen un sustrato de ganancia, para algunos de lucro directo y para otros de puro y duro poder político. Los que se comprometen en la campaña casi no se conocen o no han forjado confianzas alrededor de objetivos sino de ventajas, por eso las relaciones se quiebran tan fácilmente.

Es un sistema en el que las palabras más sonoras: desarrollo, justicia, honradez y otras, son meros eslóganes de carteles  colocados en la calle que no obligan a nada. Estas candidaturas además pueden ser penetradas fácilmente por el narcotráfico y la delincuencia. Pero es estéril denunciarlo y después no hacer nada. Lo que hay que ser conscientes es que es una dinámica política enferma, que no se va a curar con buenas intenciones. La corrupción está en el meollo del sistema electoral. Y si no hay una reforma urgente, cualquier cosa puede pasar.

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