Raúl
Wiener.
A finales del año 1987, escribí un pequeño libro que
llevaba como título “El Llullapresidente” (El Presidente Mentiroso) y
subtitulado: “La soledad política de Alan García: Análisis de la situación
política después del fracaso de la estatización de la banca y los seguros”. La
idea del nombre la había recogido de un dicho que había escuchado a los
campesinos de las comunidades de Puno, región a la que el presidente electo más
joven de nuestra historia agarró de caballito de batalla de su supuesta
vocación agrarista (que se le borró con lo años) y había ofrecido una
revolución agropecuaria consistente en sembrar el altiplano con “trigo de
altura” y convertirlo en una inmensa despensa alimenticia, e impulsar la
reestructuración del sistema de propiedad para que las comunidades pudieran
acceder a la tierra que se mantenía concentrada en algunas gran empresas
denominadas asociativas que habían mantenido el esquema de latifundio en el
departamento.
Lo que ocurrió fue que nunca hubo “trigo de altura” y el
incumplimiento con las comunidades desató una ola de tomas de tierras que
destruyó el viejo sistema de propiedad por la fuerza. Claro, García no fue solo
mentiroso para Puno. Los jaujinos de cierta edad podrían contar la vez en la
que el que Caretas llamaba cariñosamente el mozallón (joven y robusto), se
dirigió a ellos para anunciarles que Jauja sería la próxima capital del Perú,
por los tremendos beneficios que traería trasladar el centro administrativo del
país hacia la sierra. El tema nunca más volvió a tocarse. En la lista de las
mentiras estaba por supuesto el tren eléctrico, que cuando concluyó el primer
gobierno aprista solo se había construido en el tramo entre Villa El Salvador y
San Juan de Lurigancho, a más de haber sembrado de postes otros distritos de la
ciudad, que tuvieron que esperar 20 años para ver terminado lo que iba a ser la
obra máxima de los años 80.
Pero, ciertamente, donde García batió todos los récords
fue en el tema de la banca, que polarizó al país y se convirtió en el
disparador para el surgimiento de la nueva derecha peruana que se embarcó con
Vargas Llosa, para después reenganchar con Fujimori y sucesivos gobiernos,
cuidando siempre que no vuelva a aparecer otro capaz de amenazar la gran
propiedad. Habría que revisar los discursos del llullapresidente de la segunda
mitad del año 1987, para conocer a cabalidad quién es este personaje que ahora
se presenta como la mejor carta a la que pueden apostar los capitalistas, y
entre otra de sus mentiras crónicas anuncia una nueva cruzada contra el
“chavismo” de Ollanta Humala. Ahí verán que el tipo es capaz de cualquier cosa
por el poder. Total, nunca hubo estatización de nada (como sí hubo en México y
en Francia) y sin embargo hasta hoy seguimos pagando las consecuencias de su
boca ancha.
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