
Por Félix Jiménez*
El paquete «reactivador», aprobado por el Congreso el
jueves 3 de julio, contiene medidas que debilitan la institucionalidad y los
mecanismos de fiscalización ambiental y erosionan los efectos disuasivos de las
sanciones a infracciones ambientales. Se establece un plazo de 45 días para la
emisión de opiniones vinculantes y no vinculantes necesarias para aprobar un
Estudio de Impacto Ambiental (EIA); se reduce las multas ambientales a 50%
durante tres años; se debilita el Organismo de Evaluación y Fiscalización
Ambiental (OEFA); pierde importancia el Sistema Nacional de Certificación
Ambiental (SENACE); y, se menoscaban las funciones del Ministerio del Ambiente
al pasar al Consejo de Ministros la decisión sobre la creación de áreas
reservadas y la fijación de los estándares de calidad ambiental. No hay que
olvidar, además, que este gobierno no implementa la ley de consulta previa que
aprobó el año 2011.
La
continuidad de la «modernización» neocolonial
El Decreto Supremo N° 060-2013-PCM ya reducía los plazos de los procedimientos para ejecutar proyectos de inversión con «mayor celeridad y menores costos». Esta vez se va más allá: se debilita la institucionalidad de la protección ambiental y la propia capacidad sancionadora del gobierno frente a corporaciones privadas que infringen los estándares ambientales. El objetivo es el mismo: impulsar las inversiones. Los directos beneficiarios de estas medidas son los grandes inversionistas transnacionales que operan en los sectores minería y de hidrocarburos. La concepción de modernización y crecimiento económico del gobierno de Humala se basa en este tipo de inversiones.
Siguiendo a Alan García –propulsor de esta
«modernización» neocolonial–, el gobierno de Humala reduce los estándares
laborales y ambientales, y debilita las instituciones encargadas de su
regulación, para aumentar la inversión en la extracción de recursos naturales
y, de este modo, enfrentar la actual desaceleración en la tasa de crecimiento
del PBI. No le importa el costo socio-ambiental de sus medidas; le importa más
satisfacer a los grupos de poder económico que usufructúan de la renta que les
proporciona la explotación de nuestros recursos naturales. Su apuesta por el
crecimiento económico impulsado por las grandes inversiones mineras y de
hidrocarburos, facilitadas además por concesiones con poca o ninguna
fiscalización, es la expresión de su ideología neocolonial que subordina los
intereses nacionales y los derechos de las poblaciones nativas, a los intereses
del capital transnacional.
No se busca desarrollar la minería con altos estándares
ambientales y laborales, con industrialización de los recursos minerales, con
transferencia de tecnología, y con impuestos que compensen el agotamiento de
los recursos para no perjudicar a las generaciones futuras de país. Esta sería
una ruta democrática y soberana. Por el contrario, el gobierno de Humala ha
optado por una acumulación de capital de tipo neocolonial que orienta la inversión
privada hacia áreas de complementación económica transnacional, sin progreso
tecnológico y con un modelo exportador basado en el «cholo barato», en el
desmantelamiento de los estándares laborales y ambientales, y en contratos de
estabilidad tributaria que le restan soberanía al Estado.
Extractivismo político
y económico
En consonancia con su ideología neocolonial, el gobierno de Humala fomenta la expansión de instituciones económicas extractivistas (que extraen ingresos y riqueza de una parte de la sociedad en beneficio de las élites económicas). Estas instituciones practican la fácil obtención de rentas, pero no lo redistribuyen. Son instituciones que no fomentan la innovación y la adopción de nuevas tecnologías, la creación de actividades productivas manufactureras, la expansión de fábricas industriales, ni menos la mejora de las condiciones de vida y el aumento de los salarios de los trabajadores. Los productores de materias primas son cada vez más ricos, pero esta «riqueza caída del cielo ha hecho muy poco para crear un economía moderna diversificada». Por lo tanto, el tipo de crecimiento y modernización que impulsa este gobierno no puede ser inclusivo. «Las instituciones económicas inclusivas –dicen Acemoglu y Robinson– fomentan la actividad económica, el aumento de la productividad y la prosperidad económica».
Tampoco se desarrollan instituciones políticas
inclusivas. No hay mecanismos que faciliten el control de los políticos y que
le permitan a los ciudadanos influir en su comportamiento. No se innova la
manera de hacer política, no se distribuye el poder, no hay límites reales al
ejercicio de este poder, ni se fortalece la democracia. Por eso el gobierno de
Humala no puede ser concebido como el agente de los ciudadanos que lo eligieron
para defender sus derechos individuales y colectivos. «Las instituciones
políticas extractivistas –dicen Acemoglu y Robinson– permiten que la élites
económicas controlen el poder político para elegir instituciones económicas con
menos limitaciones o fuerzas que se opongan». El ejemplo de este tipo de
control, es precisamente el paquete «reactivador».
A modo de
conclusión
«Con instituciones políticas extractivistas –dicen Acemoglu y Robinson– quienes ejercen el poder son capaces de establecer instituciones económicas para enriquecerse y aumentar su poder a costa de la sociedad».
«Con instituciones políticas extractivistas –dicen Acemoglu y Robinson– quienes ejercen el poder son capaces de establecer instituciones económicas para enriquecerse y aumentar su poder a costa de la sociedad».
*Economista Ph.D. Profesor Principal de la PUCP
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