Por César Lévano
El viernes último, la promoción 1981 de la
Escuela de Comunicación Social de San Marcos colocó en el segundo piso de la
Facultad de Letras la placa que señala que esa promoción ha adoptado mi nombre.
El gesto generoso, aparte de honrarme, encierra claves de San Marcos y del
Perú.
Puede sorprender lo tardío de la
designación. La tardanza tiene explicación. Los 64 alumnos de esa hornada
sufrieron los embates de la violencia que Sendero Luminoso introdujo en el
campus sanmarquino.
Eran días en que estudiantes cobijados en
el comedor estudiantil se desplegaban para pintarrajear muros y producir dos o
tres apagones por semana.
En esos tiempos, treinta profesores
senderistas acordaban huelgas que a veces duraban tres meses y que
comprometían, bajo amenazas, a dos mil profesores nombrados y otros tantos
contratados.
Siempre me opuse a esa farsa que solo
afectaba a los alumnos. Para predicar con el ejemplo, seguí dando clases,
motivo por el cual fui dos veces amenazado de muerte.
Mario Munive, de la promoción 1981, y ahora
distinguido profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú, publicó en
La República, el 25 de setiembre de 2011, un testimonio de esa época titulado
“La lección que nunca se olvida”. He aquí un fragmento elocuente:
“Escrita sobre la pared del 1-A de Letras
destaca una consigna que por entonces era habitual encontrar en las aulas de
San Marcos: ‘¡Viva la guerra popular! ¡Viva el
marxismo-leninismo-maoísmo-pensamiento guía! ¡Viva el PCP!’. Ha terminado el verano
de 1989 y César Lévano lleva 15 minutos haciendo clase con sus alumnos del
tercer ciclo. El curso se llama Historia de los Medios I y es la primera vez
que se dicta en esta aula, escenario natural de las polémicas entre las tribus
marxistas de la universidad. Delante de ellos está Ernesto Jiménez. Es el
profesor de fotografía y está buscando el mejor ángulo con el fin de capturar
este momento. Para todos tiene una significación especial: esta clase es un
acto de protesta de estudiantes y docentes, es un desafío a Sendero Luminoso
que mantiene tomada la facultad y ha prohibido toda actividad académica”.
Cabe añadir aquí un recuerdo de esa escena.
Un joven alumno que la presenció lo cuenta: “Afuera, mientras Lévano daba su
clase, un grupo de senderistas le gritaba desde fuera del aula: ‘¡Amarillo!
¡Revisionista!’”.
Concluyo con algunos nombres de la
promoción y que hoy son periodistas notables: Ángel Páez, jefe del Equipo de
Investigación de La República; Carlos Páucar; Nelson Núñez… y, sobre todo,
Alberto León Joya, un moreno de intelecto excepcional, que era un atleta y un
deportista, y que murió en Colombia como combatiente de una guerrilla
revolucionaria. Distintas actividades profesionales, diversos rumbos políticos,
distinguen a esa promoción que, generosamente, me honra.
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