viernes, 4 de octubre de 2013

¿Por qué los peruanos adornan con aceitunas y huevos duros, sus platos?






 Por Cabe
 
Cuenta la historia que luego de terminado el mural pintado por el esclavo de casta angoleña Pedro  Dalcón, o Benito segun Porras Barrenechea, se hizo tradicional cada viernes peregrinar hasta la imagen pintada sobre una pared de adobe.
Los esclavos, organizados en cofradías eran los encargados sucesivamente de organizar cada evento hasta que las autoridades eclesiásticas fueron alertadas de ritos extraños,
Es, entonces, que el Párroco de San Sebastián, José Laureano de Mena , pide al virrey Conde de Lemos, Don Pedro Antonio Fernández de Castro, que prohiba las reuniones y diera la orden irrevocable de borrar la imagen de Cristo crucificado.

Intentan desaparecerlo
La orden debía llevarse a cabo entre el 6 al 13 de setiembre de 1671. El primer pintor de brocha gorda manifestó que al elevarse por la escalera para empezar a borrar desde lo más alto, sintió mareos y escalofríos que lo hicieron desistir, El segundo hombre que intentó raspar la imagen también fue víctima de convulsiones. En vista de ello, las autoridades exigen a un soldado español que de cuenta del mandato, pero éste también desistió, De acuerdo al testimonio del soldado, la imagen se le hacía cada vez más bella conforme se acercaba y la corona de espinas tornose muy verde.

La gente que estaba atenta a lo que acontecía, dio paso a la protesta y las autoridades desistieron revocando la orden y solicitando al Vaticano que ordene el culto a la imagen.
Al producirse el terremoto que asoló Lima y Callao, el 20 de Octubre de 1687, que destruyó casi toda la infraestructura de la ciudad, la sorpresa de todos fue que el mural de la imagen había permanecido intacto, sin resquebrajaduras. A partir de ese hecho, el español Sebastián de Antuñano, da la idea de pintar una réplica de la imagen y sacarla en procesión.

Hata allí la historia conocida, pero hay algo más.
Como se sabe en el siglo XVII, la Inquisición tenía en marcha un violento proceso conocido como “extirpación de idolatrías” que forzaba a las comunidades indígenas y a los esclavos negros a asumir el cristianismo so pena de muerte, que se aplicaba en condiciones terribles. Días de torturas hasta llegar a  la horca o a la hoguera.
Los cerros conocidos como Apus, en la tradición incaica (morada de los dioses), fueron rebautizados con nombres castellanos y una cruz fue impuesta en sus cimas. Las festividades cambiaron de nombre. El Inti Raymi pasó a ser el día de San Juan y así sucesivamente.
Fue entonces que los antiguos mitos empezaron a manifestarse en el arte. Así, la escuela cusqueña que se caracteriza por las pinturas de virgenes y arcángeles, adquieren formas que pasan desapercibidas por los españoles pero que retratan a los apus en sus formas de cerros con cabezas.
Por parte de los negros, eso que se llama sincretismo, también se expresó en los ritos e imágenes que veneraban según su tradición original. Así Santa Bárbara era en realidad Changó, San Lázaro, Babalú y así sucesivamente.

Cristo, Pachacamac y Obatala
Pero donde hay un encuentro de culturas entre indígenas y negros es en la veneración a Pachacamac (creador del mundo en quechua, Pacha=tierra, Cama= soberano) y Obatalá Obé Moró. (creador de la tierra y escultor del ser humano) Ambos dioses de la creación.
Se presume, aunque con mucha certidumbre, que cuando Dalcón (Benito) pintaba al Cristo Crucificado, pintaba un entorno más propio de Obatalá con el Sol y la Luna a su espalda.
Lo interesante es que Obatalá es un dios que se viste con una túnica blanca o morada y se adorna con un enorme collar de perlas gigantes. ¿No sugiere esto el hábito del Señor de los Milagros? ¿No es el cordón blanco una reproducción del collar de perlas de Obatalá?
Y perdonen la larga introducción histórica porque ahora vamos con la respuesta a la pregunta del título de esta nota.
Siendo Obatalá quien separó la luz de la oscuridad, una forma de rendirle pleitesía a este Dios de los Orishas, es en la gastronomía usando huevos duros que al ser rebanados ofrecen la imagen del sol y las aceitunas de botija, tan populares en el Perú, como representación de la oscuridad.
De modo que cuando prepare una causa, un ají de gallina, un escabeche, etcétera y los adorne con huevos duros y aceitunas, pida un deseo a Obatalá un Dios legítimo como Pachacamac o el mismo Cristo, con el perdón y el mejor respeto por las creencias religiosas.  
En nuestra próxima nota hablaremos del turrón de doña Pepa, que también tiene su historia   




La Kalapuca, Carapulca o Carapulcra





Este plato que en las manos morenas de Chincha ha logrado el máximo de su esquisitez, es una vieja fusión de la cultura africana con la indígena, es mestizo y no puede catalogarse como “plato criollo” Probablemente su nombre viene del quechua Kalapuca, que los hispanos entendieron carapulcra.

INGREDIENTES:
2 libras de papa seca
1 gallina o pollo
2 libras de carne de cerdo en cubos
1/2 libra de costilla de cerdo ahumada
1 cucharada de ajo molido
1 cucharada de achiote
1 cucharadita de comino
6 cucharadas de ají panca molido
1/4 de taza de vinagre blanco
4 cucharadas de aceite
1 cebolla picada
1/2 tz. de maní picado
1 copa de vino dulce (Oporto)
1/2 libra de rosquitas de manteca
Sal y pimienta

PREPARACIÓN:
Limpiar la papa seca, tostarla por partes para que quede bien pareja y remojarla de un día para otro. Cambiar el agua antes de cocinarla.
Con la gallina, hacer un caldo sustancioso. Aparte, en un mortero, moler el ajo y agregarle comino previamente tostado y molido, el ají panca, el ají amarillo, el vinagre la sal y la pimienta y marinar durante media hora los cubos de carne de cerdo en ese aderezo.
Se retira la carne y se preserva el aderezo. Fría la carne en una cacerola amplia, mejor si es olla de barro, por 10 minutos para que dore bién y luego vaciar el caldo de gallina, agregar la papa seca, y la costilla ahumada. Dejar hervir a fuego lento por una hora, removiendo de vez en cuando para que no se pegue la papa al fondo.
Aparte se hace un sofrito de ajos, cebolla y la mitad del maní, adelgazando con vino para que no espese mucho. Junte este sofrito en la cacerola. Cuando todo esté a punto apagar el fuego y agregar el resto del maní. Deje reposar por 10 minutos y sirva.

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