Por Cabe
Cuenta la historia que luego de
terminado el mural pintado por el esclavo de casta angoleña Pedro Dalcón, o Benito segun Porras Barrenechea, se
hizo tradicional cada viernes peregrinar hasta la imagen pintada sobre una
pared de adobe.
Los
esclavos, organizados en cofradías eran los encargados sucesivamente de
organizar cada evento hasta que las autoridades eclesiásticas fueron alertadas
de ritos extraños,
Es,
entonces, que el Párroco de San Sebastián, José Laureano de Mena , pide al
virrey Conde de Lemos, Don Pedro Antonio Fernández de Castro, que prohiba las
reuniones y diera la orden irrevocable de borrar la imagen de Cristo
crucificado.
Intentan desaparecerlo
La orden debía llevarse a cabo
entre el 6 al 13 de setiembre de 1671. El primer pintor de brocha gorda
manifestó que al elevarse por la escalera para empezar a borrar desde lo más
alto, sintió mareos y escalofríos que lo hicieron desistir, El segundo hombre
que intentó raspar la imagen también fue víctima de convulsiones. En vista de
ello, las autoridades exigen a un soldado español que de cuenta del mandato,
pero éste también desistió, De acuerdo al testimonio del soldado, la imagen se
le hacía cada vez más bella conforme se acercaba y la corona de espinas tornose
muy verde.
La
gente que estaba atenta a lo que acontecía, dio paso a la protesta y las
autoridades desistieron revocando la orden y solicitando al Vaticano que ordene
el culto a la imagen.
Al
producirse el terremoto que asoló Lima y Callao, el 20 de Octubre de 1687, que
destruyó casi toda la infraestructura de la ciudad, la sorpresa de todos fue
que el mural de la imagen había permanecido intacto, sin resquebrajaduras. A
partir de ese hecho, el español Sebastián de Antuñano, da la idea de pintar una
réplica de la imagen y sacarla en procesión.
Hata allí la historia conocida,
pero hay algo más.
Como se sabe en el siglo XVII, la
Inquisición tenía en marcha un violento proceso conocido como “extirpación de
idolatrías” que forzaba a las comunidades indígenas y a los esclavos negros a
asumir el cristianismo so pena de muerte, que se aplicaba en condiciones
terribles. Días de torturas hasta llegar a
la horca o a la hoguera.
Los
cerros conocidos como Apus, en la tradición incaica (morada de los dioses),
fueron rebautizados con nombres castellanos y una cruz fue impuesta en sus
cimas. Las festividades cambiaron de nombre. El Inti Raymi pasó a ser el día de
San Juan y así sucesivamente.
Fue
entonces que los antiguos mitos empezaron a manifestarse en el arte. Así, la
escuela cusqueña que se caracteriza por las pinturas de virgenes y arcángeles,
adquieren formas que pasan desapercibidas por los españoles pero que retratan a
los apus en sus formas de cerros con cabezas.
Por
parte de los negros, eso que se llama sincretismo, también se expresó en los
ritos e imágenes que veneraban según su tradición original. Así Santa Bárbara
era en realidad Changó, San Lázaro, Babalú y así sucesivamente.
Cristo, Pachacamac y Obatala
Pero donde hay un encuentro de
culturas entre indígenas y negros es en la veneración a Pachacamac (creador del
mundo en quechua, Pacha=tierra, Cama= soberano) y Obatalá Obé Moró. (creador de
la tierra y escultor del ser humano) Ambos dioses de la creación.
Se
presume, aunque con mucha certidumbre, que cuando Dalcón (Benito) pintaba al
Cristo Crucificado, pintaba un entorno más propio de Obatalá con el Sol y la
Luna a su espalda.
Lo
interesante es que Obatalá es un dios que se viste con una túnica blanca o
morada y se adorna con un enorme collar de perlas gigantes. ¿No sugiere esto el
hábito del Señor de los Milagros? ¿No es el cordón blanco una reproducción del
collar de perlas de Obatalá?
Y
perdonen la larga introducción histórica porque ahora vamos con la respuesta a
la pregunta del título de esta nota.
Siendo
Obatalá quien separó la luz de la oscuridad, una forma de rendirle pleitesía a
este Dios de los Orishas, es en la gastronomía usando huevos duros que al ser
rebanados ofrecen la imagen del sol y las aceitunas de botija, tan populares en
el Perú, como representación de la oscuridad.
De
modo que cuando prepare una causa, un ají de gallina, un escabeche, etcétera y
los adorne con huevos duros y aceitunas, pida un deseo a Obatalá un Dios
legítimo como Pachacamac o el mismo Cristo, con el perdón y el mejor respeto
por las creencias religiosas.
En nuestra próxima
nota hablaremos del turrón de doña Pepa, que también tiene su historia
La Kalapuca,
Carapulca o Carapulcra
Este plato que en las manos
morenas de Chincha ha logrado el máximo de su esquisitez, es una vieja fusión
de la cultura africana con la indígena, es mestizo y no puede catalogarse como
“plato criollo” Probablemente su nombre viene del quechua Kalapuca, que los
hispanos entendieron carapulcra.
INGREDIENTES:
2 libras de papa seca
1 gallina o pollo
2 libras de carne de cerdo en
cubos
1/2 libra de costilla de cerdo
ahumada
1 cucharada de ajo molido
1 cucharada de achiote
1 cucharadita de comino
6 cucharadas de ají panca
molido
1/4 de taza de vinagre blanco
4 cucharadas de aceite
1 cebolla picada
1/2 tz. de maní picado
1 copa de vino dulce (Oporto)
1/2 libra de rosquitas de
manteca
Sal y pimienta
PREPARACIÓN:
Limpiar la papa seca, tostarla
por partes para que quede bien pareja y remojarla de un día para otro. Cambiar
el agua antes de cocinarla.
Con la gallina, hacer un caldo
sustancioso. Aparte, en un mortero, moler el ajo y agregarle comino previamente
tostado y molido, el ají panca, el ají amarillo, el vinagre la sal y la
pimienta y marinar durante media hora los cubos de carne de cerdo en ese
aderezo.
Se retira la carne y se
preserva el aderezo. Fría la carne en una cacerola amplia, mejor si es olla de
barro, por 10 minutos para que dore bién y luego vaciar el caldo de gallina,
agregar la papa seca, y la costilla ahumada. Dejar hervir a fuego lento por una
hora, removiendo de vez en cuando para que no se pegue la papa al fondo.
Aparte se
hace un sofrito de ajos, cebolla y la mitad del maní, adelgazando con vino para
que no espese mucho. Junte este sofrito en la cacerola. Cuando todo esté a punto
apagar el fuego y agregar el resto del maní. Deje reposar por 10 minutos y sirva.
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