sábado, 20 de diciembre de 2014

El secreto de la derecha económica


Por Alberto Adrianzén
Los empresarios montaron en la CADE un escenario en el cual la gran mayoría de participantes e invitados han sido —como se dice— del mismo equipo.
La última Conferencia Anual de Empresarios (CADE), realizada en Paracas, podrá ser recordada como la conferencia de la evasión y del ocultamiento. De evasión porque los empresarios siguen negando la necesidad de discutir qué hacer frente a una crisis económica que ya es visible como, también, frente al agotamiento de una forma de inserción al mercado mundial basada principalmente en las materias primas. Y de ocultamiento porque no quieren mostrar sus desacuerdos internos algo que a todas a luces es obvio y menos discutir lo que hoy pasa.

El retiro de ADEX de la Confiep, la división de la Sociedad de Minería y Petróleo, los desacuerdos de la Sociedad de Industrias, el que no haya prosperado la tendencia que pretende poner fin al actual proceso de descentralización, todas son claras evidencias que la crisis económica lentamente se convierte también en una crisis política al interior del bloque empresarial.
Incluso, el lema de esta última conferencia “Hagamos del Perú un país del primer mundo” antes que una posibilidad en el largo plazo es una táctica de mercadotecnia que esconde la falta de soluciones, imaginativas por cierto, de corto y mediano plazo.
Se puede decir lo mismo de aquella propuesta del exministro de Economía Miguel Castilla, ahora repetida por su sucesor, Alonso Segura, de ingresar al exclusivo club de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sin cambiar nada, o muy poco, el actual modelo económico.
Insistir en que el mayor problema para nuestro despegue económico es la “tramitología” o la “permisiología” de un Estado supuestamente elefantiásico que impide o frena la inversión privada —cuando la tecnocracia neoliberal viene manejando los hilos del Estado desde hace varias décadas—; o, que el otro gran problema para lograr un pleno desarrollo y solucionar el problema de la informalidad, son los altos costos de un mercado laboral es el mejor camino para no llegar ni en el mediano ni en largo plazo a la OCDE ni tampoco a un desarrollo que incluya a la gran mayoría de peruanos y peruanas, más aún si vemos el nivel salarial y las desigualdades que existen en el país.
Por lo demás, resulta extraño que queramos ir en esa dirección cuando nuestra ubicación en el ranking mundial de productividad se ha deteriorado. O cuando insistimos en los TLC a pesar de que no siempre nos son favorables, como es el caso del firmado con EE.UU., o con el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) que nos marginaría de la primera economía mundial que es, hoy en día, China.
Elementos, todos ellos, que nos condenan a bloquear nuestro crecimiento y desarrollo y a depender de los vaivenes de un mercado y de un sistema mundial que muestran, en estos últimos tiempos, que asistimos a grandes cambios o, mejor dicho, a un cambio de época. Por eso, negarse a discutir lo que hoy pasa en el país y el mundo es una suerte de huida hacia adelante. Un silencio demasiado elocuente.
Es tan sonoro y evidente este mutismo, sobre estos y otros problemas, que los empresarios montaron en la CADE un escenario en el cual la gran mayoría de participantes e invitados han sido —como se dice— del mismo equipo. Todos hablan sobre lo mismo y se aplauden unánimemente.
La imposibilidad de confrontar con otras explicaciones y proposiciones es la mejor expresión de la ausencia de propuestas de los grandes empresarios. Un buen ejemplo de ello fue la negativa a discutir el tema medioambiental cuando el país será sede de la COP 20.
Ello es un dato importante que requiere ser sopesado en toda su dimensión si queremos discutir seriamente el quehacer político en este país. No estamos en un momento de auge económico de estos grupos sino, más bien, de deterioro de su capacidad para organizar la política y la economía en el país.
Y si hoy aparecen como fuertes y hasta imbatibles en el manejo del país, es por su poder mediático y porque no existe oposición, ni política ni social, capaz de confrontar sus intereses y políticas. Dicho en otros términos, su fortaleza actual se sustenta en la debilidad y aislamiento de sus adversarios.
Por eso sus principales propuestas son básicamente dos. La primera, como ha advertido el economista Raúl Mauro, es salvar con recursos del Estado a los grandes del sector privado de la crisis que hoy enfrentan como consecuencia de un sobreendeudamiento externo, de los cambios del entorno internacional y de un “decrecimiento inducido por el MEF”, sobre todo en el sector salud y educación, introduciendo las famosas asociaciones público-privadas (APPs) y el programa obras por impuestos (OxIs).
Mauro en un interesante artículo (“Salvando al sector privado”) afirma: “es que la reciente votación en mayoría lograda en el Congreso a favor del proyecto de ley 3690… se constituiría en uno de los esfuerzos más grandes y escandalosos del sector privado para favorecerse de los ingentes recursos acumulados por el Estado por lo menos la última década”.
La otra propuesta es construir un escenario electoral similar al que hemos visto en esta última CADE. Es decir, uno donde impere el “pensamiento único” y en el que la disidencia esté prohibida y hasta proscrita, si fuera necesario. Quieren que las principales opciones de 2016 sean Keiko Fujimori, Alan García y PPK. Sería como elegir entre la Pilsen, la Cristal y la Cusqueña, cuando las tres cervezas son del mismo dueño.

ADEMÁS
Como nuestras viejas tapadas limeñas los empresarios reunidos en la CADE caminan en medio de la crisis de su modelo mirando con un solo ojo en la misma dirección fracasada, conduciendo peligrosamente al país, no hacia el primer mundo, sino hacia un despeñadero.

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